‘It’s a Wonderful Life’, el disco de Sparklehorse de 2001, que contenía colaboraciones estelares de PJ Harvey, Tom Waits y Nina Persson de los Cardigans, es uno de los discos que aparecen en el libro de JENESAISPOP ‘Un viaje por… 200 discos clave del siglo XX‘. Mark Linkous, líder del proyecto, se suicidó trágicamente en 2010.
Antes de fallecer, Linkous dejó un puñado de canciones grabadas que iban a formar parte de su quinto álbum de estudio. Steve Albini las produjo con él en Chicago. El sello Anti pretendía publicar el disco a 2009, pero evidentemente esto nunca sucedió.
Muchos años después, las últimas canciones que grabó Sparklehorse verán la luz en un nuevo disco póstumo del artista estadounidense. ‘Bird Machine’ reúne sus 14 últimas grabaciones y se pondrá en circulación a partir del 14 de septiembre.
Matt, hermano de Linkous, y Melissa, su hermanastra, se han encargado de poner en marcha el proyecto, respetando en todo momento las ideas originales de su autor. Según Pitchfork, Sparklehorse dejó el título del disco y su listado de pistas provisional escritos en una nota. La mayoría de canciones estaban terminadas. A otras, el productor Alan Weatherhead le ha realizado pequeños cambios.
La primera muestra de ‘Bird Machine’ llegó en diciembre, con el single ‘It Will Never Stop’, y desde esta semana se puede escuchar la segunda, ‘Evening Star Supercharger’, una composición encantadora de indie-pop que no defraudará a los seguidores de Sparklehorse. Es nuestra «Canción del Día» hoy.
‘Evening Star Supercharger’ es la típica canción de Sparklehorse cargada de imágenes surrealistas, como ese «corneado» o ese “soñar en los raíles de ángeles muertos borrachos en la nieve”. La letra habla incluso de «desangrarse lentamente», de una «paz sin pastillas, pistolas, agujas ni oraciones» que «nunca se encuentra» aunque a veces está «cerca».
La música se sitúa ahí «cerca», sugiriendo una cosa muy diferente a un «carnaval de lágrimas». Junto a la foto de 1995 con que se está promocionando este lanzamiento, es más luminosa. Suena, si no optimista, sí a aceptación de un proceso. Los teclados, tan juguetones, las cuerdas sintetizadas, conforman un bellísimo tema, uno de los más accesibles de Sparklehorse, aparentemente indicativo de uno de esos remansos de paz con que Mark Linkous pudo dar, aunque fuera sólo por un rato.