Ir al Azkena Rock Festival es mucho más que acudir al recinto del festival. Es una experiencia inmersiva en Vitoria-Gasteiz que te puede llevar todo el día. Uno de los rituales es acudir a los conciertos en horario vermut en la Virgen Blanca. Al solazo la gente que está viendo la pachanga rockera de The Fuzillis se debe estar asando. Pero desde alguna de las terracitas se disfruta mejor. Este año hace calor, pero sin punto de comparación al infierno de 2022. A la sombra se está muy bien. Luego, a comer con los amigos azkeneros, breve receso, y vuelta a Mendizabala.
Cuando llegamos a Cordovas, en el escenario God (el principal) hace mucho bochorno, pero nada que una barcelonesa no pueda tolerar. La banda de Nashville gusta de la mezclas: ahora se lían con salsa a piano eléctrico, ahora una larga jam sobre batería, ahora un meloso lovers rock, ahora country con un toque disco, reggae… Llama la atención la manera de tocar del guitarra, pegado al cuerpo, concentradísimo. Se lían a cantar en un español un poco inventado (¿algo de una cachimba?) y vuelta a la cumbia. Bailes, risas y sano cachondeo, que entran muy bien a esa hora.
Un amigo me avisa de que la cola en el Trashville, el pequeño escenario que simula un saloon, es imposible, así que descarto a Los Tiki Phantoms y me dirijo a Earthless. El trío norteamericano practica algo que podríamos calificar de post stoner-post metal-post psicodelia. Se dedican a las introducciones largas y calmas a guitarra. A los 10 minutos de paisajismo, patapum, redobles de baterías y más paisajismo, pero ahora a ritmo rock. Lo suyo son largas suites para sumergirse y disfrutar además de su gran pericia instrumental y el buen sonido que están teniendo… Pero al final me vence la curiosidad, y voy a ver qué hace Leiva.
The Guapos cuentan con Leiva a la batería, pero también con Adan Jodorowsky (sí, hijo de). La batería está en primera línea (claro) y ellos van muy ídems, de traje y camiseta blanca a la Sonny Crocket. Eso sí, Leiva con sombrero. Lo que me genera estupor es ver a los roadies vestidos de tenistas amarillo pálido (?). Este es su primer concierto en España. Leo que este proyecto es un “homenaje al rock español”. Y sí, suenan a Tequila, a Los Rodriguez, un poco a Los Brincos… Pero también a Topolino Radio Orquesta y a Puturrú de Fua, por su insistencia en los temas veraniegos y en caer en multitud de tópicos, gracietas y chascarrillos (canciones sobre hacerse vegano y esas cosas). Un divertimento intrascendente.
The Pretenders no tienen competencia. Nadie se solapa con Chrissie Hynde. Está todo el mundo frente al escenario grande. Suena la habanera de ‘Carmen’ y emerge Hynde, fiel a sí misma: su peinado, sus botas, su atuendo… Toda su clase rockera. Su voz también sigue sonando chula y juvenil, aunque me da la sensación de que a ratos le falla el sonido y no se le acaba de oír bien. Chrissie insiste varias veces durante el concierto en cantar “Vitoria” como el “Victoria” de The Kinks.
El concierto suena bien, la banda está engrasadísima y además The Pretenders pueden presumir de tener a James Walbourne, el guitarrista más flipado del festival, después del de Lydia Lunch, claro. Pero también tienen algo de formulario. Le dedica la preciosa ‘Back on the Chain Gang’ a Pau Donés y ‘Kid’ a miembros desaparecidos de The Pretenders. ‘Don’t Get Me Wrong’ cae a mitad del concierto, y el público se viene muy arriba, como arriba se viene también con el momento baladón ‘I’ll Stand by You’. Pero también cuando se pone más rockera en ‘Junk Walk’, o con el cierre casi jam en ‘Mystery Achievement’. Y aunque personalmente, la prefiero cuando se pone nuevaolera que rockera, Chrissie impartió su maestría. Y se permitió el lujo de dejar fuera ‘Brass in Pocket’. Ama.
Los solapes dolorosos también existen en el Azkena. Tras Pretenders, la disyuntiva: ¿Calexico o The Undertones? Qué bien empiezan Calexico desde el escenario Respect: cumbia, rock, rancheras… Pero mi corazón, ay, están con The Undertones.
Paul McLoone no es Feargal Sharkey (el cantante original), pero hace una buena reinterpretación del legado. No para de menearse, pavonearse y parece gozar cual cochinillo en lodazal. Y el resto de la banda tiene una pegada enérgica. Y, claro, hits emocionales de punk pop para aburrir. Abren con ‘Jimmy Jimmy’ y ‘Girls Don’t Like It’, la energía es infecciosa, pero suena a lata. Ellos comentan algo del sonido y, patapam, se escucha todo más fuerte. Cae una favorita, ‘It’s Going to Happen!’, la hermana mayor de los Housemartins. Es tal el calibre de temazos que tienen, que se permiten el lujo de colocar la mejor canción de la historia, ‘Teenage Kicks
’, en mitad del set, y se me pone el vello de punta, más cuando todos cantamos: “I wanna hold her wanna hold her tight, Get teenage kicks right through the night”. Nos hemos venido muy arriba y ellos siguen al mismo nivel. Porque hay vida más allá de la canción favorita de John Peel: los tres primeros discos de The Undertones son ley.Paul nos hace cantar ‘I Gotta Get’ y se desata del todo en ‘Family Entertainment’. El guitarrista nos explica que deberían estar de vacaciones y sin embargo están ahí, en Vitoria, tocando. Y claro, cae otro clásico: ‘Here Comes the Summer’, aceleradísimo. Le dedican una canción a una persona que está en primera fila porque “mientras todos estábais en Pretenders, él ya estaba aquí”. Y empieza la cuenta atrás. “¡Tenemos cuatro canciones y diez minutos!”. Y sí, los meten a tiempo. En cada canción, cantan el tiempo que les queda: ‘Wednesday Week’, otra favoritísima mía ‘My Perfect Cousin’, (¡dos minutos y medio!) y cierran con una celebradísima ‘Get Over You’. Sí, todos somos más viejos, pero la energía adolescente de las canciones de The Undertones es eterna. Luego me chivan que Calexico han estado muy bien y que han tocado ‘Love Will Tear Us Apart’ y Alone Again Or’ de Love (¡argh!), pero no se puede tener todo en esta vida. Ni siquiera en el Azkena.
Incubus logran tocar, después de que la incertidumbre haya durado hasta casi el último momento, por el estado de salud de su cantante. Yo estoy exhausta tras The Undertones y necesito cenar. También probar el atestado Trashville, donde tocan Hola Ghost, que suenan a Calexico pero en heavy. Dos mariachis enmascarados y dos pintados cual calaveras: si aparece Ghost en el nombre de tu banda, es imperativo vestirse cual esqueleto. Hacen rancheras tremebundas. Como dice una amigo: estas cosas sólo las puedes ver en el Azkena.
Incubus se ponen a cantar ‘Wish You Were Here’ poco antes de cerrar su set. Desde el escenario Love llega todo el ruido de Gwar. Pero dirigimos nuestros pasos al escenario Respect, porque están uno de los grandes reclamos del festival: The Soundtrack Of Our Lives. Los suecos llevaban separados desde el 2012, así que su reunión despierta gran expectación. De hecho, este es su segundo concierto desde que se reunieron. No lo parece, de lo bien que suenan.
TSOOL crean temas que podrían ser de tus grupos favoritos de los 60-70, pero sin resultar miméticos o perder personalidad. Hay quejas sobre su horario, las dos de la mañana. Pero su show es tan pomposo como absorbente y logran hacernos olvidar el cansancio. Ofician su particular misa psicodélica oficiada por su cantante Ebbot Lundberg, vestido cual sacerdote. Abren con ‘Galaxy Gramophone’ y sí, eso suena a viajar por la galaxia. El sonido es muy bueno, al menos en mi zona, y ellos ejecutan a la perfección. En ‘Bigtime’ Ebbot le da a la pandereta como el que reparte bendiciones, mientras el resto cabalgan entre el órgano, el bajo, la guitarra… ‘Second Life Replay’ suena a fantasía de Nancy Sinatra con Lee Hazlewood mezclada con Ennio Morricone. Hay un pequeño homenaje al ‘I Feel Love’ de Donna Summer. También hay un momento en que nos hacen agacharnos, pero a las tres de la madrugada mi cuerpo ya no da. Parece que se van a retirar, pero no: vuelven con la música de órgano eclesiástico, transformándose ahora en Moody Blues, ahora en los Beatles, ahora en una banda de rock pesado… El cierre perfecto de la jornada.