Música

Sigur Rós / Átta

El primer disco de Sigur Rós en 10 años es lo que esperabas y, a la vez, no. ‘Átta’, que significa “ocho” en islandés porque este es el octavo álbum de Sigur Rós, es uno de sus trabajos más minimalistas y ambientales. Los crescendos épicos, las percusiones tremebundas y los guitarreros de antaño, dejan paso a una orquesta de cuerdas compuesta por 41 integrantes. A la vez, es un trabajo tremendamente luminoso, lo cual, después de ‘Kveikur’ (2013), es una novedad.

‘Átta’ es el primer disco de Sigur Rós desde que Kjartan Sveinsson regresara a la formación a principios de 2022. Los últimos años de la banda han sido truculentos: uno de sus integrantes, Orri Páll Dýrason, se ha bajado del barco después de una acusación de abuso sexual. A la vez, el grupo ha sido acusado de evasión de impuestos, delito del que sus integrantes han sido finalmente absueltos. El público no ha abandonado a Sigur Rós en todo este tiempo, pero no estaba tan claro que el grupo siguiera teniendo cosas que decir.

En ‘Átta’, Sigur Rós lo ponen fácil, entregando una serie de composiciones bellísimas y emotivas que buscan en todo momento la máxima emoción. La orquesta de cuerdas no deja de sonar realmente inmensa en estos cincuenta minutos de duración, y ofrece a Jónsi todo un océano a través del cual nadar por la vía de sus preciosos aullidos. Puede incluso que todo esto ocurra en detrimento de algo parecido a la sutileza o a algún giro sorprendente.

El propio Jónsi ha dado la mejor explicación posible del sonido de este nuevo trabajo: “Nos hacemos mayores, cada vez somos más cínicos, así que queríamos hacer un disco que nos emocionara y así sentir algo”. ‘Átta’ quiere sobre todo eso, que sientas algo, que te emociones. Otra explicación la da Kjartan, que dice que con el disco querían “permitirnos ser un poco dramáticos e ir todo lo lejos posible con estos arreglos, porque el mundo necesita esto ahora mismo”. La verdad es que nunca viene mal una buena llorera, y vaya si las canciones de ‘Átta’ son capaces de provocarla.

Desde la primera pista a la última, a las canciones de ‘Átta’ les une un sentimiento común de absoluta devastación. Es como si antes de todas ellas hubiera ocurrido el fin del mundo. En ‘Glóđ’ unas voces rebobinadas nos llevan a prácticamente ver toda la vida pasar por nuestros ojos. La tristeza que transmite ‘Skel’ es directamente insoportable, en ‘Mór’ el peso de las cuerdas incita al derrumbe emocional. Los aullidos de Jónsi, por los que no ha pasado el tiempo, siguen siendo capaces de poner los pelos de punta, con la diferencia de que la atmósfera de ‘Átta’ es particularmente luminosa, a pesar de la tristeza que inunda todas las pistas. A ‘Fall’, tan sombría, le atraviesan miles de rayos de luz.

En ‘Átta’ las cuerdas te mecen tiernamente como las olas del mar, pero sin renunciar al dramatismo extremo, como sucede en le single ‘Blóđberg’. El efecto funciona pero se va desgastando a medida que avanza el disco, cuando descubres que todas las composiciones parecen dirigirse exactamente al mismo lugar emocional. Ahí es cuando te das cuenta de que hay una intención lacrimógena que no se sostiene a lo largo de todo el minutaje. ‘Ylur’, por ejemplo, provoca la sensación de que Sigur Rós están redundando en lo mismo.

Hay alguna sorpresa en ‘Átta’: en ‘Kléttur’, una de las pistas destacadas, emergen por primera y única vez el retumbe de unas percusiones. Pero lejos de llevarnos a la épica bélica de ‘Glósóli’, las percusiones de ‘Kléttur’ mantienen el pulso supeditado al dramatismo de las cuerdas. Funcionan a modo de latido. Es una de las composiciones más inspiradas de ‘Átta’, es poderosamente conmovedora, y también prueba de que el sonido de Sigur Rós ha madurado de manera muy digna. Si la intención era emocionarnos (y emocionarse ellos), lo han conseguido.

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Publicado por
Jordi Bardají
Tags: sigur rós