El filósofo, escritor y activista trans Paul B. Preciado presentó en la pasada Berlinale su opera prima, ‘Orlando, mi biografía política’, donde se alzó con el Premio Especial del Jurado de la sección Encounters, el Teddy Award al mejor documental LGTB y una Mención Especial al Mejor Documental del festival.
Definirla como una adaptación de ‘Orlando’ no sería del todo preciso, pero la obra de Virginia Woolf sirve como hilo conductor para exponer la experiencia trans y no binaria desde diferentes personajes de distintas edades y entornos sociales. Aquella novela, publicada en 1928, se centraba en un personaje que cambiaba de sexo hacia la mitad de la historia, estableciendo así uno de los primeros referentes trans de la literatura. Preciado utiliza su película para escribir a Virginia Woolf y contarle el impacto que su obra ha tenido para las personas trans y no binarias: “el mundo actual está lleno de Orlandos y estamos cambiando el curso de la historia”.
En esta suerte de ensayo fílmico, Preciado pone sobre la mesa las dificultades a las que tienen que enfrentarse las personas trans por mostrarse al mundo tal y como son. Hay rabia y fuerza en este sentido retrato hacia un colectivo cuya existencia choca de bruces contra una sociedad encorsetada en unos patrones de género muy definidos y que tiene que pasar por procesos médicos y administrativos complejos. En esto último, se hace hincapié: en la violencia implícita que se oculta detrás de que un documento de identidad marque obligatoriamente el sexo. Preciado aboga por que la documentación prescinda de este dato, al igual que nunca se indicaría la raza o la orientación sexual.
Esta es una de las muchas causas sociales que defiende ‘Orlando, mi biografía política’, un proyecto cuyo objetivo principal es defender el lugar de las personas trans en el mundo, sacarlas de las sombras, mostrarlas para que las vean. En medio de este potente manifiesto sociopolítico, Preciado brinda en ocasiones momentos demasiado divulgativos y didácticos, que quizá podrían haberse omitido. Es evidente que su intención nunca fue jugar con la sutileza, sino gritar su mensaje para que llegue al mayor número de gente posible, pero lo cierto es que la película funciona mucho mejor cuando se adentra a explorar y celebrar la belleza de lo trans -mediante las declaraciones de los “intérpretes” o en su juego metatextual- que cuando se excede en subrayar las situaciones desagradables a las que se enfrentan diariamente sus Orlandos.
Es interesante que aunque, como su título indica, la cinta se trata de una autobiografía, Preciado extrapola sus experiencias individuales a una experiencia colectiva, pues entiende que los detalles de las vivencias personales no son tan importantes como las compartidas. En esta falta de ego y en ese ímpetu por visibilizar a los suyos es donde se encuentra lo más valioso de ‘Orlando, mi biografía política’, un ejercicio de cine tan libre e híbrido como la propia identidad de género.