Cine

‘O Corno’ hace historia apostando por un juego entre fisicidad y silencios

Hace unos días, en nuestra crónica del pasado Festival de San Sebastián, comentamos cómo Jaione Camborda había hecho historia al ser la primera cineasta española en hacerse con la Concha de Oro, el mayor galardón del Zinemaldia (sumando otro “primera vez”: primera película en lengua cooficial que lo consigue). Una semana después, ‘O Corno’ ya está en los cines, y el público puede conocer la historia de María, su protagonista.

Donostiarra afincada en Galicia, Camborda estudió en la Escuela de Cine de Praga y la Escuela de Cine de Munich, y, aunque hasta ahora no te sonase su nombre, no es éste su primer largometraje: ya con ‘Arima’ ganó en 2019 el premio a Mejor Dirección en el Festival de Cine Europeo de Sevilla. Para esta segunda película, la directora, que se encarga también del guión, cuenta la historia de María, una mariscadora de la Isla de Arousa que, en 1971, ayuda a mujeres de su pueblo a tener sus hijos… y, extraoficialmente, también a no tenerlos. Es esto último lo que le hace tener que huir no ya de su pueblo, sino del país, y cruzar la frontera a Portugal para conservar su libertad. O algo parecido a “libertad”.

El título hace, de hecho, referencia al cornezuelo, hongo del centeno que se usaba en abortos clandestinos y que, claro, no está exento de peligros: el ergotismo, la enfermedad que provoca el hongo a través de la ergotamina, puede conllevar alucinaciones, e incluso gangrena por la contracción arterial. En cambio, en dosis bajas (simplificando mucho), se ha usado con fines terapéuticos; entre otras cosas, para prevenir las hemorragias postparto. Esta ambivalencia es uno de los principales temas de la película desde la misma dualidad parto/aborto, y es algo buscado por su directora, que hablaba en Público de “ese paralelismo entre el parto y la pérdida, donde se mezclan emociones muy profundas, no son exclusivamente placer, no son exclusivamente dolor, es algo que se mezcla con una intensidad más ambigua”. La oscuridad está presente durante casi todo el metraje (fantástica la fotografía de Rui Poças, dicho sea de paso), pero en esa oscuridad cohabitan el miedo (la escena de la barca) con la alegría y el placer (todo el pasaje de la verbena y el polvo).

Pero esa ambivalencia se da también en el propio tempo de la película, donde puede haber largos pasajes sin diálogo, un tempo pausado y dominado por los silencios y la observación (tanto de nosotros como espectadores como de la propia protagonista), pero que conviven con escenas fuertemente relacionadas con lo físico (“lo mamífero”, según contaba la directora en Vogue) y que no escatiman en trasladártelo. Sin ir más lejos, la película arranca con un parto de unos diez minutos que no llega al agobio de ‘Pieces of a woman’ pero casi.

Y este juego entre lo físico y los silencios encuentra su principal aliada en Janet Novás, la encargada de interpretar a María, con la que cuesta creer que sea su primera vez ante la cámara (estaba aterrorizada por ella, de hecho). Camborda había visto ya en escena a Novás, que realmente siempre ha sido bailarina, y la tenía fichada para un casting en el que, finalmente, se hizo con el personaje. Y la danza puede haberle ayudado en lo físico, pero es en el retrato de lo interior donde realmente conectamos con María, y donde más se luce Novás. De hecho, la escena final, donde ambos aspectos se mezclan, es probablemente lo mejor de la película. Funcionan peor otros pasajes donde el punto de vista cambia temporalmente (Anabela y su cliente, Luisa, el contrabando), y en general la película mejora cuando se cruza la frontera, pero igualmente, por lo ya comentado, merece la pena acercarse estos días a ver la Arousa de Camborda en ‘O Corno’.

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Publicado por
Pablo Tocino
Tags: o corno