Con tan solo tres películas, Víctor Erice ya contaba con una de las mejores y más importantes filmografías de la historia del cine español. ‘El espíritu de la colmena’, ‘El sur’ y ‘El sol del membrillo’ figuran como pilares fundamentales de nuestro cine. Por diversos desacuerdos con la industria, Erice dejó la dirección de largometrajes con esta última en 1992 y solo volvió a ella en 2002 con un bello cortometraje llamado ‘Alumbramiento’.
‘Cerrar los ojos’ supone el regreso del maestro a la gran pantalla y es, sin lugar a duda, el acontecimiento cinematográfico más importante del año. En ella, Erice se sirve de sus propias experiencias como cineasta, ofreciendo un ejercicio de constante autorreflexión fílmica. Es una película extraña en el mejor sentido de la palabra, una película que nunca deja pisotearse por las dinámicas cinematográficas contemporáneas y tampoco se deja llevar por una nostalgia caducada.
El filme comienza con una magnífica secuencia rodada en celuloide y ambientada en los años 40, aunque nada más termina, Erice corta abruptamente a otra cosa. Ahí es donde se establece el primer choque entre lo moderno y lo antiguo, una dicotomía muy presente en la narrativa interna de sus tres horas de metraje. ‘Cerrar los ojos’ presenta a Miguel Garay, un cineasta que lleva sin rodar una película desde los 90, un proyecto que nunca llegó a terminar porque el actor protagonista y gran amigo suyo, Julio Arenas, desapareció sin dejar rastro. En 2012, Miguel recibe una llamada de un programa de televisión, ‘Casos sin resolver’, para hablar sobre aquel suceso.
Si ‘El sur’ o ‘El espíritu de la colmena’ estaban más preocupadas por transmitir un tono o un estado de ánimo, ‘Cerrar los ojos’ es la obra más narrativa de Erice, ya que es siempre la trama la que impulsa el transcurso de la película. El cineasta compone un doloroso y melancólico tratado sobre la memoria, el discurrir del tiempo y las complejidades de las relaciones humanas. Lo hace a través de los ojos cansados de un excelso Manolo Solo, aquí alter ego de Erice, a quien utiliza también para indagar en el misticismo de su filmografía y en el significado y poder del propio cine. Erice regala a Ana Torrent, aquella niña de mirada inolvidable de ‘El espíritu de la colmena’, un papel precioso con el que cierra un círculo. También, el cineasta rueda por fin en ese prometido y adorado “Sur”.
Siguiendo en el plano interpretativo, tampoco se puede obviar la superlativa presencia de José Coronado, quien se mimetiza con su personaje hasta un punto irreconocible, ni las breves y divertidas intervenciones de la gran Petra Martínez.
En ‘Cerrar los ojos’, Erice compone una bellísima búsqueda del recuerdo, un poderoso manifiesto contra el olvido y un viaje en el que perderse en pasados idealizados, presentes duros y futuros inciertos. La experiencia que ofrece aquí el cineasta sacude con la intensidad con la que solo lo hacen las grandes películas mediante su mirada cristalina y sabia. Es la mirada de alguien que comprende, escucha y observa con atención el misterioso fluir de la vida.