Marina Herlop es una de las grandes curiosidades salidas desde Cataluña o España en los últimos tiempos. Músico formada en conservatorio, Marina Hernández López se da a conocer con dos álbumes ambientales y, en el tercero, abraza la electrónica cantando en un idioma inventado. Los puzzles sonoros de ‘Pripyat’ (2022) reciben elogios de medios internacionales como Pitchfork y Björk pincha una de sus canciones, ‘abans abans’, en una sesión.
La proyección de Herlop es internacional desde que el sello berlinés PAN edita ‘Pripyat’, y sus giras son globales. Hoy colabora lo mismo con Clara Peya que con Loraine James que con Iglooghost. ‘Nekkuja’, su nuevo disco, ha salido haciendo poco ruido, pero confirmando la singularidad de su visión.
‘Nekkuja’ parte del sonido del disco anterior, pero abraza un concepto vinculado a la naturaleza. Poco antes del lanzamiento de ‘Pripyat’, Herlop se sienta insegura sobre el devenir de su carrera. Para serenarse, Marina se tumba en el suelo de su balcón, cierra los ojos y se imagina a sí misma regando las plantas de su jardín. Sin darse cuenta las primeras semillas de ‘Nekkuja’ se plantan en su imaginación.
Las bases del sonido de Herlop que tan fascinados nos dejó con ‘Pripyat’ -y a cualquiera que la haya visto en directo- siguen presentes en ‘Nekkuja’. Las (auto)armonías vocales salen proyectadas como un chorro de luz, dibujando ángulos rectos, y recordando a las de los Dirty Projectors de ‘Bitte Orca’. La música, sin embargo, sale disparada hacia mil direcciones. Marina crea su propia orden dentro del caos. O su propio caos dentro del orden.
En el laberinto sonoro de ‘Nekkuja’ las referencias a la naturaleza son constantes. ‘Busa’ abre el disco deslizándose en un glissando de arpa, pero cuando los beats electrónicos entran en acción, lo hacen atacando y dejando una sensación de peligro. Sin embargo, la voz de Marina alivia la tensión cantando la melodía “damunt de tú només les florS” (“encima de ti solo las flores”), la cual recupera en ‘Babel’, la pista final. El disco vuelve a su punto de origen.
Las referencias naturales en ‘Nekkuja’ son constantes y aportan equilibrio a un disco que resulta deliberadamente desconcertante. En el rompecabezas jazz-funk de ‘Cosset’ Herlop sostiene “un trozo de luz” en sus manos mientras la base rítmica se entrega a la hiperactividad. En ‘Karada’, Herlop canta a la tierra acompañada del sonido de los pájaros y del punteo de un arpa. Y ‘La Alhambra’ puede ser la producción de Marina Herlop más ambiciosa hasta la fecha. Y la canción señera de este disco.
Por un lado, ‘La Alhambra’ es una canción interpretada desde el punto de vista de unos árboles a los que los “ojos les queman” y que están “cansados de los humanos”. Por otro, las baterías jazz y polifonías vocales típicas de Marina Herlop dan paso a una segunda parte más dramática y solemne donde las voces agudas de Marina le guían en el camino como si fueran el quejido de esos mismos árboles. Al final, un acorde de guitarra eléctrica sume la pieza en la melancolía.
‘La Alhambra’ también representa un elemento de ‘Nekkuja’ que no hemos mencionado: su visión global. Aún utilizando un idioma inventado, ‘Busa’ transmite ecos del gagaku japonés, ‘Reina Mora’ pasa del frenesí total a un piano de ecos etíopes (parece un remix de una pieza de Emahoy Tsegué‑Maryam Guèbrou) y ‘Babel’, aunque melódicamente vuelve al principio del disco, incorpora el sonido de unas cuerdas que no pueden sonar más italianas, más mediterráneas. En la fotosíntesis de Marina Herlop cabe todo.