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OT Gala 2: El Efecto Cepeda

La gente que tiene Twitter está harta de escuchar la frase “Twitter no es el mundo real”. Pero a las personas que usan la aplicación a diario les cuesta asumirlo. Y el algoritmo no ayuda. Según Twitter, Suzete iba a quedarse por goleada. Pero la gala 2 de OT 2023 supuso un choque entre la imaginación colectiva que se construye en las redes sociales y lo que ocurre cuando el mundo real se arremanga y demuestra que, al final, lo mundano siempre se impone a la fantasía.

Porque anoche no sólo se enfrentaban Suzete y Lucas. Se enfrentaban la diva pop que al público de Twitter le gusta creer que va a triunfar contra el galán romántico que realmente triunfa en Spotify. Se enfrentaban la pestaña de «Para ti» y la audiencia de ‘El Hormiguero’. Y lo cierto es que, a posteriori, es fácil entender que las estadísticas jugaban a favor de Lucas: en España siempre gustará más un chaval con la camisa abierta que canta canciones de amor que una chica con extensiones y actitud. Suzete eligió ‘A Song For You’ de Leon Russell porque significaba algo especial para ella. Lucas eligió ‘Dígale’ de David Bisbal porque quería ganar. Los que estaban convencidos de que se quedaría Suzete olvidaron una palabra implacable que Lucas tenía a su favor: Cepeda.

El “Efecto Cepeda” podría definir ese fenómeno que ocurre cuando uno vive tan ensimismado en su algoritmo y en su círculo social que es incapaz de entender las decisiones de la masa. Y no se puede luchar contra lo que no se entiende. El “Efecto Cepeda” surge de la desconexión entre tú y el mundo real y se puede aplicar a las elecciones políticas, a las audiencias de televisión o a por qué todos tus amigos te dejan de hablar sin motivo aparente.

El público heterosexual-friendly de OT existe y ha existido siempre, lo que pasa es que es mucho menos plasta en las redes sociales. Ellos sí que son una mayoría silenciosa. El público hetero de OT es como los fans de ‘Avatar’: parece que no existen porque dedican su tiempo libre a hablar sobre cualquier otra cosa, pero a la hora de la verdad acuden a la llamada. Y eso es lo que hizo el público de Lucas.

Lo cierto es que la salvación de Lucas no es injusta. Consiguió hacer suya una canción de uno de los cantantes con voz más imitable de España y se aseguró de machacar la narrativa que le llevó hasta ese escenario: por amor vino a España, por amor se presentó a OT y por amor eligió ‘Dígale’. Y ese es un relato mucho más épico, universal e identificable para el espectador medio (que, insisto, también consume OT aunque de manera más apacible) que el relato de Suzete de “mi profesor de canto se murió y ha sido un placer conoceros a todos”.

Suzete empezó su actuación enfadada de más y rasgando la voz en exceso hasta rozar al Millán Salcedo que imitaba a Tina Turner, y para cuando amarró la emoción de la canción ya se estaba terminando en lo que fue, sin duda, una de las actuaciones más cortas de la historia de OT. Lucas apostó por la emoción barroca y hortera (no hay que olvidar que en el vídeo de ‘Dígale’, Bisbal salía con una armadura de caballero medieval y con el culo al aire, no es una canción que se preste a sutilezas) y le funcionó tanto que eclipsó ese atuendo inexplicable (una blusa con transparencias y chorreras que no se habría puesto ni Nuria Fergó en OT1 y un pantalón de cuero que sabes que Gisela tiene en varios colores) y también eclipsó a la bailarina que se movía como si estuviese recién salida de una clase de funky de Rafa Méndez en ‘Fama, ¡a bailar!’.

Chenoa empezó la noche anunciando que volvían “los míticos tríos”, pero el único trío mítico que ha ocurrido en esta edición es el de Martin, Álvaro y Juanjo. Chiara, Bea y Ruslana cantaron ‘Walk Like An Egyptian’ con una energía tan caótica que se echó de menos la versión que las Lady’s del Swing hicieron en Factor X. Parecían tres amigas en un karaoke. Y ni siquiera tres amigas borrachas que acaban la noche improvisada en un karaoke, sino tres amigas que llevan toda la semana planeando qué se van a poner, qué van a cantar y a qué hora van a quedar en la puerta (las seis de la tarde). Esos looks pseudodark claramente no fueron idea suya, sino de una estilista que cuando era adolescente tenía todos los videoclips de Evanescence grabados en una cinta. La córeo consistía en ¿darse palmadas en la cadera? y para cuando le pusieron un poco de gracia e hicieron posturas egipcias (que es literalmente de lo que trata la canción porque el título no es ninguna metáfora) ya era demasiado tarde: la canción había terminado y con ella toda esperanza de que BeChiRus, el nombre que se pusieron las chicas, dejase huella alguna en el canon de OT. Al abrazarlas Chenoa exclamó: “¡Sois mis BeChiRus favoritas!”. Lo cual es técnicamente cierto. No hay otras. Chenoa quizá sea la última optimista que queda en España.

Esta semana los chicos recibieron la visita de Nia y de Miki. Cuando llegó Miki, Martin le abrazó como si sus dos melenas pudieran comunicarse en un idioma secreto. Y durante la charla con Nia, Juanjo le confesó una reflexión muy amarga: “Siento que no estoy todo lo feliz que debería”. Bienvenido a la vida adulta, Juanjo. Que sepas que esa sensación punzante, por desgracia, no va a mejor. Y debe de dar mucho vértigo descurirlo a los 18 años y en un programa de máxima audiencia.

Cris y Juanjo cantaron ‘Leave The Door Open’, una invitación sexual que queda rarísima en un dúo masculino si no se la cantan el uno al otro. Y puede que anoche la mayoría de los chicos fuesen vestidos como señoras recién divorciadas y un poco piripis, pero OT sigue siendo más normativo de lo que muchos de sus espectadores se empeñan en creer: basta con observar las elecciones de los concursantes en la gala 0, sacadas casi todas de Cadena Dial, para recordar que ni OT ni sus concursantes tienen la menor intención en ser un producto de nicho. OT tiene una vocación mainstream. Es la única manera de garantizar su supervivencia. Porque cuando en 2017 a los melómanos se les llenaba la boca elogiando el buen gusto musical de la nueva generación en contraposición con los Bustamantes y las Sorayas, a lo que esencialmente se estaban refiriendo era al buen gusto musical de Amaia Romero.

Sin embargo, Cris y Juanjo supieron darle a la actuación ciertas reminiscencias de aquellos dúos ochenteros de Stevie Wonder y Paul McCartney: dos hombres cantando sobre el amor sin dirigirse el uno al otro bajo ningún concepto. Mucha gente ha decidido que quiere expulsar a Juanjo porque no le ha caído bien en un par de vídeos descontextualizados en redes sociales. Y es lícito: la razón por la que OT funciona en ciclos de tres ediciones es porque cada vez que reaparece hay toda una generación de espectadores que, aunque tenían edad para ver las anteriores, ahora tienen edad para identificarse, para involucrarse y para no solo ver OT sino vivir OT. Y eso implica adorar a algunos y detestar a otros por motivos estúpidos e irracionales y sin pensar en las consecuencias. Eso se llama descubrir lo apasionante que puede ser la telerrealidad. En cualquier caso, Juanjo no se lo va a poner nada fácil: tiene todo el perfil de concursante que evoluciona a saltos semana a semana y canta con un calor que el público real, el mismo que ha salvado a Lucas, siempre va a aplaudir no con hashtags sino con votos.

Álex Márquez y Violeta llevaban collares de perlas y looks a juego: Álex con un traje amarillo y Violeta con un traje… violeta. Con su versión de ‘Quiero decirte’ fueron los primeros de la noche que se cantaron el uno al otro y que escenificaron una historia: ambos se quieren, ambos sufren, ambos se echan de menos pero él quiere volver y ella sabe que es imposible. Él le agarró la mano en un par de ocasiones, ella la soltó con pesar. Pero se entendían porque hay parejas que, incluso después de romper, siguen hablando un idioma propio por mucho que resulte chocante para los demás. Esa tensión es una situación reconocible para cualquiera. Y si no la has vivido es que no has vivido.

Y entonces llegó el nuevo ‘Madre Tierra’: Omar, Salma y Naiara cantando ‘Se fue’. En versión bachata. Dentro de un coche. Con coreografía. Más que una actuación, fue un “a que no hay huevos” de tres minutos. La canción de nominado es una leyenda urbana que los concursantes de OT2 acuñaron cada vez que les tocaba una canción en la que no podían lucirse vocalmente alargando las notas artificialmente con vibrato (que, digan lo que digan, es siempre el principal objetivo de todos los concursantes de OT), pero que a menudo se usa como excusa preventiva ante una mala actuación. Sin embargo, ‘Se fue’ (en versión bachata, dentro de un coche y con coreografía) es sin duda alguna una canción de nominado. Para empezar, porque se trata de una canción extremadamente confesional, heredera de esos soliloquios de Broadway en los que un personaje aprovecha que está solo para soltar frases que jamás diría delante de otra persona (por ejemplo ‘Parte de tu mundo’ de ‘La sirenita’). Por tanto, ya sería raro interpretar ‘Se fue’ a dúo. Pero es que un trío roza el surrealismo. ¿Qué sentido tiene meterle coreografía sabrosona a una canción que dice cosas como “pende de un hilo la esperanza mía”? Esa córeo era como si ‘Te quiero más’ de Fórmula Abierta fuese al psiquiatra y le diagnosticase depresión clínica.

La escenografía puso a los tres dentro de un coche. Salma, actriz de método, decidió cantar agarrada al volante como si realmente estuviera conduciendo, mientras que Naiara cantó subida al asiento en plan “yo me hago la taciturna para seguirle la corriente a estos perdedores pero en realidad ya he superado mi ruptura y de hecho me he bajado Tinder”. Y por alguna razón, el conjunto funcionó. Como espectáculo kitsch, eso sí: estamos hablando de un escenario en el que había un coche con la matrícula OT-2023. Parecían tres amigos de camino a Benalmádena que de repente ponen una playlist de Laura Pausini y se vienen arriba hasta el punto de hacerse los coros los unos a los otros. Ellos desde luego iban vestidos para parar a comprar Doritos en una gasolinera. Se puede acusar a OT de muchas cosas, pero no de haber perdido la capacidad de sorprender.

Al terminar, Omar le aseguró a Chenoa que él sabía “bachatear” mucho más fuerte de lo que había demostrado. Ella le pidió que se lo enseñase, él movió tres veces la cadera y lo hizo con un ardor que si llega a dar tres caderazos más Chenoa se habría quedado embarazada a pesar de estar a un metro de distancia. Naiara, por su parte, insistió en que ella es “mucho más divertida” de lo que está mostrando. ¿Más todavía? Eso es imposible. Naiara es todas las amigas que tenías en el instituto y a las que ahora te arrepientes de haber dejado de llamar. Naiara responde “no te rayes, tía” a todos tus problemas, Naiara tuvo de estado de Tuenti “mala porque me da la gana”, Naiara considera realmente que de tu envidia nace su fama. Naiara ni siquiera se muestra cansada de llevar toda la edición sobre sus hombros.

En su dueto con Martin, Paul demostró que está a otro nivel artístico. Su entusiasmo arrollador recuerda al de Tony Santos o al de Moritz, dos precedentes excelentes para el concurso pero no tanto para el dichoso mundo real. Mientras Martin contaba los pasos de la coreografía, Paul se convertía en la coreografía. Tanto, que por momentos parecía que quería eclipsar a su compañero o que, cuanto menos, se la sudaba completamente. Al terminar, Paul confirmó que es exactamente esa persona cuando explicó que pidió una clase de baile urbano porque no sabe bailar. “Me muevo como un palo”, añadió. Cualquiera que le haya visto bailar sabe que eso es, sencillamente, mentira. Y por muchas inseguridades que tenga es imposible que Paul crea que no sabe bailar. Eso es el tipo de frase que dice el alumno que va por ahí lamentando que seguro que suspende y luego saca un 9. Eso es algo que diría alguien que tiene la certeza de que es el mejor pero que sabe que para llegar lejos en un reality hay que exagerar la humildad. Y eso garantiza buena televisión, porque el día que las cosas no salgan como él espera, ese sentimiento de superioridad que tiene tan apaciguado saldrá disparado en todas las direcciones. Hasta entonces, nos dará las mejores actuaciones de la edición.

El ritmo de la gala fue frenético. Se ventilaron todas las actuaciones en una hora (en los mejores/peores tiempos de TVE, durante la primera hora solo cantaban los nominados) y a continuación la expulsión, la actuación de Vicco y Abraham Mateo y las nominaciones en 47 minutos. Esa velocidad se agradece desde casa, pero impide que respiren las emociones: los concursantes pasaron de las lágrimas de Suzete a hacer la ola a Masi en 3 minutos y 27 segundos.

Pablo Rouss le dijo a Chenoa que el jurado no tiene grupo de WhatsApp y Buika, fuera de plano, soltó una carcajada que sonó a: “Sí, sí lo tenemos, Pablo, pero no te hemos avisado”. Antes de nominar a Omar, Cris Regatero lo definió como una “persona vitamina”, dos palabras que, sin duda alguna, Omar se va a poner en su bio de Instagram en cuanto salga de la Academia.

Para Buika, todas las personas son vitamina. Hacia el final de la noche debió de sentir que tenía las defensas bajas así que decidió absorber toda la vida que le quedaba a Lucas con un monólogo que venía a decir: “Me da igual que estés enamorado de tu novia, pedazo de turras, porque no importa con quién te cases o quién sea tu amigo: te debes a tu público por encima de todo”. Esta es una mentalidad que ha llevado a la destrucción a muchísimos artistas, que se dieron cuenta demasiado tarde de que lo habían dado todo por su carrera y habían sacrificado su paso real por el mundo. No hay estrella del pop veterana que no confiese que sus seres queridos son lo único que les salvó de perder la cabeza por completo. Así que no, Lucas no se va a casar con su público. Se va a casar con su novia (más le vale, con lo cansino que está con el tema) y eso será lo único que le mantenga cuerdo si finalmente triunfa en la música. Algo que, después de anoche, parece ciertamente probable.

Noemí les echó un pequeño rapapolvo por no aprovechar la experiencia dentro de la academia. Pero si algo caracteriza a esa generación es su incapacidad para disfrutar del presente. Ellos viven en una perpetua anticipación de los estímulos siguientes. Esos 16 chavales solo pueden pensar en qué va a pasar cuando salgan. Y hay que comprenderlos. A Suzete los gays van a garantizarle un sustento de por vida, básicamente porque ella los necesita y porque sabe andar con tacones. Si hasta hay homosexuales defendiendo la versión que Chanel ha hecho de ‘Un año más’, ¿cómo no van a gritarle “diosa” a Suzete durante el resto de sus días?

Y a partir de ahora el público se va a tomar esta edición de manera personal. Ocurre siempre que la primera expulsada es una mujer: la audiencia defenderá a las siete supervivientes del mismo modo que en 2017 llevó a cuatro chicas al top 5 para expiar el pecado de haber bajado la guardia dejando escapar a Mimi la primera. La expulsión de Suzete, por cierto, es la 11ª ocasión en que la primera eliminada de OT es una mujer. De un total de 12 ediciones. Hay más primeras expulsadas llamadas Patty que primeros expulsados masculinos. ¿Y qué dice eso del público? Porque un 11 contra 1 no puede ser casualidad. Pues dice que, en las primeras impresiones, España siempre conectará más con un hombre que con una mujer. Porque puede que OT no sea Twitter, pero desde luego OT es España. Y ese es un buen motivo para seguir pegados a la tele 22 años después.

Juan Sanguino es autor de varios libros que puedes comprar en nuestra tienda online.

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Publicado por
Juan Sanguino