Conocimos a Forest Swords allá por 2010 con el lanzamiento de ‘Dagger Paths’, elegido Disco del Año por FACT Magazine (oficialmente es un EP, aunque dura lo mismo que un LP, 42 minutos). El sonido de Matthew Barnes era mucho más que witch-house, o que post-dubstep, o que esa cosa llamada electrónica paisajista. Era todo eso, pero también era mucho más. Porque Barnes, natural de Liverpool, era un auténtico escultor del sonido, y también un viajero, pues su música se aventuraba a explorar profundidades a las que la mayoría no se atrevía a llegar.
Los siguientes años fueron de consolidación. ‘Engravings’ (2013), el debut oficial de Forest Swords, es una obra maestra de ese tipo de electrónica que evoca eras ancestrales. Mezclado al aire libre, de hecho, en pleno bosque, es una colección de auténticas catedrales sonoras donde las diferentes capas de percusión y melodía crean aventuras sonoras excitantes y sublimes. En ‘Compassion’ (2017), Barnes dejó entrar la luz, pero los fantasmas que siempre han pululado por su obra no se fueron a ningún sitio.
La enorme aportación de Forest Swords a la música electrónica, su elegante y barroca visión, no se mide solo en su talento como productor, sino también en su capacidad para componer canciones impresionantes como ‘Thor’s Stone’, ‘Friends, I Will Never Learn’ o ‘Raw Language’.
En ‘Bolted’ , Forest Swords elige un camino más oscuro y obtuso, impenetrable incluso, por momentos, pero igual de intrigante y fascinante que siempre. Grabado dentro de una fábrica abandonada, mientras Barnes lidiaba con una lesión de rodilla que le provocaba “cantidades psicodélicas de dolor”, ‘Bolted’ explora una faceta bélica e industrial de Forest Swords: las percusiones suenan frías como el acero, retumbando como lo harían dentro de esa misma fábrica; las distorsiones extremadamente ásperas, las voces sampleadas desangeladas, luchando por hacerse oír a través de la densa bruma de sonido.
Con esta materia prima, Barnes construye en ‘Bolted’ nuevas excursiones electrónicas hacia mundos desconocidos y aterradores. La guerra, tristemente, es evocada en la tremebunda pista inicial ‘Munitions’ (el lanzamiento del disco es previo al estallido del conflicto entre Israel y Palestina) o en la imponente marcha militar de ‘The Low’. Las voces, en el caso de ‘Butterfly Effect’, rescatada de una grabación inédita de Neneh Cherry, transmiten una profunda desolación, tanto como las majestuosas cuerdas que las acompañan. ‘Rubble’ adquiere un carácter más salvaje y bruto.
Las canciones de ‘Bolted’ pueden ser tan magnéticas como ‘Butterfly Effect’ o la apropiadamente titulada ‘Night Sculpture’. Sin embargo, el diseño de sonido, aunque tremendamente rico, busca la opacidad y hace que las canciones resulten menos inmediatas que las de discos anteriores. La mezcla de campanas y beats volcánicos de ‘Chain Link’, o ese desolador violín que parece caer a cámara lenta en ‘Line Gone Cold’, que cierra el disco sampleando un recitado de Lee “Scratch Perry”, agregan matices enormemente atractivos al viaje de ‘Bolted’, pero no redondean unas canciones que funcionen escuchadas por separado.
En conjunto, eso sí, el viaje de ‘Bolted’ puede dejar tan helado como ese precioso acorde de piano que emerge en ‘End’, poniendo calma a la tensión antes de que el disco acabe oficialmente con la mencionada ‘Line Gone Cold’. ‘Bolted’ suena como si Barnes hubiera intentado meter el bosque mágico de ‘Engravings’ dentro de una fábrica industrial abandonada. Ese diálogo entre lo natural y lo industrial, pocos productores lo capturan de manera tan tremendamente atractiva como Forest Swords. Cuando The Quietus escribe que el disco suena «a la banda sonora y a la película al mismo tiempo», solo queda asentir.