Música

Viva Belgrado / Cancionero de los Cielos

«A veces miro el cielo y pienso que odio la música» es una de las más desgarradas confesiones de Viva Belgrado en su nuevo disco. El grupo viene de la escena hardcore y screamo y en ese momento de la canción ‘Saturno devorando a su hijo’, el líder Cándido Gálvez está chillando como un gorrino el día de matanza. En otras partes del mismo tema llora «la furgoneta me agobia, las drogas ya no me sientan bien. Hay tantas cosas que no puedo soportar». Por si no te dedicas a la música profesionalmente y de momento no se te ha movido un pelo, esta sí que va a doler: «¿Te has dado cuenta de que el alcohol siempre saca todo lo peor de mí?».

Uno de los temas principales de ‘Cancionero de los cielos’ es el amor/odio por la música. El grupo de Córdoba que hasta ahora publicaba sus discos en Aloud Music ha decidido que este sello no era lo suficientemente independiente y se ha lanzado a la autoedición. Su aversión hacia la industria y hacia la dinámica de la misma es palpable en el primer tema del álbum, ‘Vernissage’, en el que recuerdan que ellos van a los festivales «a currar» y no a lucir palmito en el backstage: se preguntan si «con ceros en la cuenta se duerme mejor». Paradójicamente, «Saturno» es una canción capaz de hacerte llorar, y este es el mejor disco de este grupo. El mundo irá muy mal, pero por lo que respecta al arte de la música, al menos en cuanto a Viva Belgrado, cada cosa está en su sitio.

Y más allá. Porque el grupo no se ha conformado con seguir a pies juntillas los mandamientos de la escena post-hardcore. Si el rap ya se percibía como influencia en algunos fraseos y ritmos de obras como ‘Bellavista‘, en este disco una de las colaboraciones más vistosas es la de Erik Urano. ‘Jupiter and Beyond the Infinite’ no es una rara avis sino una más de las de canciones del álbum que hablan del cielo (todas menos la primera, de ahí su nombre), y sobre todo una de las que presentan un color diferente.

El modo en que Viva Belgrado han ampliado su paleta ya se vio en el single ‘Elena observando la Osa mayor’, una producción dominada por los teclados. Esta canción dedicada a la novia rusa del vocalista viene sucedida por la versión «redux» de otro single, ‘Un tragaluz‘, en este caso esbozada con un piano Rhodes. No solo lo dicen sino que lo ejecutan a lo grande: estos Viva Belgrado ahora están en su propio sello, pero no tienen ningún miedo a lucir completamente pop.

Lo que no implica que las cosas sean simples. Este se define como el disco más «narrativo e inmersivo» de Viva Belgrado y es por eso que canciones como ‘Gemini’ tienen tanta pegada desde la primera escucha. Todos sabemos de qué nos está hablando Cándido (de nuevo sobre la industria) cuando contrapone al músico «que se ve sobre el escenario a los 60» con el que «cree que se ha cansado de esta mierda ya». Pero al ahondar en el álbum, las referencias son complicadas.

En los textos escritos por el grupo acompañando las letras, averiguas que han copiado una palabra inventada por Bon Iver en su tercer disco («follificado»). Que «no me deja bueno hueso alguno» es una referencia a Miguel Hérnandez. Que Ereván es la ciudad en la que los rusos se refugian para evitar la movilización militar o para volar a otros países. Que en el tema con Erik Urano hay referencias a Kubrick, Malévich, Aivazovski, Oteiza. Que C. Tangana -pero el de 2012- es una referencia en ‘Chéjov y las gaviotas’. Un tema en el que se sirven de la metáfora de este autor sobre tal pájaro para hablar del oficio artístico y de la inspiración.

Un mundo apasionante, aunque rozando los subrayados excesivos: hasta han marcado con boli las autorreferencias. Como buenos pupilos de Standstill, han tenido que llamar un tema ‘Vernissage‘, por no llamarlo «apertura». A veces es mejor dejar a las canciones hablar por sí mismas y no era necesario aclarar en ‘Nana de la Luna Pena’ que Sara Zozaya interpreta a la pena (“si me acunas una noche más, te prometo la mejor de tus canciones”).

Hay muchas cosas interesantes en este disco, por ejemplo la habilidad del batería Álvaro Mérida para hacerte creer que está construyendo en vivo con su instrumento un puto drum&bass, pero una de las más hermosas es, sí, definitivamente, ese amor/odio hacia la música. Mucho antes de un desenlace luminoso en el que la post-rock ‘Perfect Blue’ representaría la esperanza, en algún momento entre ‘Nana de la Luna Pena’ y ‘Ranchera de la Mina’, Viva Belgrado nos están hablando sobre lo lamentable que es tener que excavar en lo peor de sí mismos para hacer buenas canciones. Dicen que componer les hace «renunciar a otras formas de hacer vida seguramente más sanas». Por eso «acunan la penita entre las manos, como a un animal pequeño y suave».

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Publicado por
Sebas E. Alonso