¿Qué has hecho con tu vida durante los últimos 5 años? Beyoncé, culminar este «Acto 2» de una trilogía cuyo primer paso fue el celebrado ‘Renaissance‘. Atia «Ink» Boggs, una de las cien personas aproximadamente implicadas en esto, aseguró que ‘Cowboy Carter’ estaba incluso preparado antes del disco anterior, pero el caos con el tracklist en las ediciones físicas de este nuevo álbum revela que se le han dado como mínimo toques finales hace muy poco.
5 años haciendo un disco en los tiempos en que la mayoría de trabajos duran 1 o 2 semanas en las listas de éxitos. 5 años de orfebrería en un momento en que un tuit escrito en 15 segundos, y pensado en menos, puede enfangar una campaña. 5 años en una industria obsesionada con el viral de usar y tirar. Experta en obras conceptuales mastodónticas desde el álbum audiovisual ‘Beyoncé’ y el perfecto ‘Lemonade’, la artista vuelve a entregar un disco-enciclopedia rico, complejo, abierto a las interpretaciones y al debate.
La primera cuestión la ha planteado ella misma, comunicando desde sus redes sociales que ‘Cowboy Carter’ no era «un disco de country». Como sucesor de un álbum que recuperaba la cultura ballroom, el house y la función pionera de la comunidad negra y LGTB+ al respecto, hay que decir que sí estamos ante un álbum, esencialmente, de música country. Porque incluso cuando no suena country, habla de una manera o de otra de imaginería country. Lo que quizá quiera decir cuando afirma que más bien «este es un disco de Beyoncé», es que esto no iba a ser un álbum sencillo de canciones folkies tan agradables como el primer single ‘TEXAS HOLD’EM’. Esto no iba a sonar a Kacey Musgraves, ni a la primera Taylor Swift, ni siquiera a Lil Nas X. Aquí tenía que haber mucho más.
La artista ya no sabe crear sin conceptualizar. Su modus operandi, detallado por ella misma, es ir escribiendo canciones, por ejemplo 100, y después currarse un puzzle con ellas en busca de una «obra sólida». Esta obra sólida ha sido creada mientras veía películas, sobre todo westerns, mencionando expresamente ‘5 Fingers for Marseilles’, ‘Cowboy de ciudad’, ‘Los odiosos ocho‘, ‘Más dura será la caída’ o ‘Los asesinos de la luna‘. Si eres cinéfilo habrás observado que se trata de cintas tanto antiguas como contemporáneas, de la misma manera que ella estaba dispuesta a meter en el mismo disco tanto a Willie Nelson como a Post Malone.
Y comienzo hablando de gente blanca, porque ‘Cowboy Carter’ no es ese disco que yo tenía claro en mi cabeza, lo cual solo puede ser bueno: el artista ha de ir siempre por delante de todos nosotros. Si en la era anterior Beyoncé convirtió todos los artistas blancos citados por Madonna en ‘Vogue’ en artistas exclusivamente negros para un remix de ‘Break My Soul’, ahora tenía que samplear a artistas afroamericanos pioneros del género desde el siglo XIX. Un disco que recordara que el banjo viene de África. Que si alguien cree que esta es música de blancos, solo es porque estos se la apropiaron.
Por supuesto, la lista de artistas negros reivindicados aquí es larga. Solo por descubrir al mundo a Linda Martell, todo esto ya habría merecido la pena. Martell, que sacó un único disco -maravilloso- en 1970, tiene interludio propio y aparece en otro tema. Por su parte, ‘Smoke Hour’ no es un interludio estúpido, sino una manera de dejar sonar pequeños fragmentos de ‘Down By the River Side’ de Sister Rosetta Tharpe, ‘Maybellene’ de Chuck Berry o ‘Don’t Let Go’ de Roy Hamilton, quien tanto inspirara a Elvis Presley.
Luego, de manera global y amigable, todos ellos aparecen hermanados con Dolly Parton, su ahijada Miley Cyrus o Patsy Cline, cuyo ‘I Fall To Pieces’ es sampleado en ‘Sweet ★ Honey ★ Buckiin’. Como retratando que Estados Unidos, cuya bandera Beyoncé ondea en la portada, es de todos, y todos habrán de caber si anhelamos un país, un planeta, un mundo mejor.
En busca de él, la artista comienza este disco hablando del backlash que sufrió cuando interpretó ‘Daddy Lessons’ junto a The Chicks, recordando haber sido criticada por haber sonado «demasiado country» como persona del sur, y después «no suficientemente country». Ese es el germen de este disco. Su reivindicación pasa de lo concreto a lo general en ese ‘AMERICAN REQUIEM’ con una frase tan reivindicativa como «para que las cosas se mantengan igual, tendrán que volver a cambiar», y esa metáfora sobre un padre que ha cometido «pecados» (su país) y «una bonita casa en la que nunca nos pudimos asentar» (de nuevo, su país).
La artista, que acaba de pedir más innovación y riesgos a toda la industria musical, se arriesga abriendo así un álbum con un tema de más de 5 minutos, de carácter casi progresivo, donde otros se habrían agobiado con el hit o el featuring de turno. Pocas veces ‘Cowboy Carter’ vuelve a ser tan político como en este corte, pues de hecho abundan las canciones sobre maternidad (‘PROTECTOR’), sexo (‘BODYGUARD’) y más sexo (‘LEVII’S JEANS’), pero su victoria es que es un álbum político que no lo parece tanto: como Caballo de Troya no tiene precio. Y para muestra, el éxito de ‘TEXAS HOLD’EM’, que ha logrado colarse en el número 1 de las listas country. De manera ambivalente nos advierte que un tornado está a punto de arrasarnos. Tengo claro a qué se refiere, ¿pero habría obtenido tal éxito si hubiera sido más explícita? En un mundo en el que la «canción social» de Oliver Anthony triunfa porque él dice que no es ni de izquierdas ni de derechas
, lo dudo mucho.La política está ahí, muchas veces de manera sutil. Beyoncé ha versionado a los Beatles únicamente porque ‘Blackbiird’ fue escrita para 9 estudiantes negros a los que se impidió asistir al instituto en 1957. Se les llamó «Los 9 de Little Rock«. ‘YA YA‘ está siendo noticia por sus interpolaciones de gente blanquita, en concreto Nancy Sinatra y Beach Boys, pero quizá sería más interesante detenerse en su mención fugaz al Chitlin Circuit, un grupo de recintos en los que actuaban artistas afroamericanos a los que no dejaban pasar a otros lugares. Aretha Franklin, Ray Charles, Ella Fitzgerald, Little Richard, los The Jackson 5 y Tina Turner son solo algunos de los que estuvieron allí. La lista completa de leyendas quita el hipo.
Es esta una de las producciones más ambiciosas y sorprendentes de ‘Cowboy Carter’. Una de las que cualquier otro artista nunca metería en un «disco country». Una que justifica por qué esto «es un disco de Beyoncé y no uno de country». Una alegría para todos aquellos que recibimos con pereza toda esta moda de la música country, más que nada por la mala copia que pueda venir detrás. La voz de Beyoncé está absolutamente maravillosa en momentos acústicos como ‘BLACKBIIRD’, ‘PROTECTOR’ o ‘DAUGHTER’. Tras años de experimentos con diferentes tipos de beats, suministrados por media humanidad, nada como volver a las raíces de lo sencillo: un simple rasgueo a las cuerdas de una guitarra para probar el valor de una preciosa melodía.
Pero lo importante es que el disco se crece con una serie de aportaciones sui generis. Hay varias transiciones que lo elevan, siendo uno de esos pocos discos en los que el interludio suma, nunca resta. Dolly Parton está divertidísima contando que lo de «Becky with the good hair», la amante de Jay-Z en ‘Sorry’, le ha recordado a alguien. Ese alguien es ‘Jolene’, aquí versionada con una letra adaptada a la conocida infidelidad. ‘DAUGHTER’ contiene un fragmento de un aria en italiano del siglo XVIII, ‘Caro Mio Ben’… lo cual ha decidido sucederse con un tema llamado ‘SPAGHETTII’ (western, LOL), que suena rap porque su texto precisamente está reivindicando la fusión de géneros. No es casualidad que Knowles cite y agradezca la influencia de Stevie Wonder, al que ha invitado a tocar la armónica: el doble ‘Songs in the Key of Life’ tiene que ser uno de sus discos de cabecera. A sus experimentos de los años 70 recuerda muy particularmente el paso de esa ‘OH LOUISIANA’ enchufada de helio, al inicio de ‘DESERT EAGLE’.
Porque la segunda mitad no se achanta como sí sucedía en ‘RENAISSANCE’. En lo que podríamos considerar la tercera parte del álbum está el nuevo single con Miley Cyrus, el canto a la sororidad que es ‘II Most Wanted’ (¿cuál era la película, ‘Bonnie & Clyde’, o mejor ‘Thelma y Louise’?); seguida del regusto indie de ‘LEVII’S JEANS’ con Post Malone. Y ahí hay que hablar del bien que hacen las guitarras eléctricas a un disco que podría haber sido un infierno en vida de banjos y violines. Se agradece que suenen rugosas ‘MY ROSE’, con esos delicados tarareos, y sobre todo ’16 CARRIAGES’, otro de los growers con la marca de la casa, recordando que el camino de Beyoncé, en esto desde los 15, no ha sido siempre un camino de rosas. ¿El de quién lo es?
Finalmente, hablando de violines irritantes de música country, hay espacio para el humor en el desenlace del álbum. ‘RIIVERDANCE’ suena como una alocada producción de Dan Deacon, conectada con el Acto 1, algo que constata la triada ‘Sweet ★ Honey ★ Buckiin’, resquicios de su era «Vogue». En medio, ‘II Hands II Heaven’, con un inesperado algo al mítico ‘Born Slippy’ de Underworld, y ‘Tyrant’ con Dolly Parton. Ahí es cuando querrás averiguar de dónde salió tal violín para machacarlo… solo para comértelo con patatas después. Si ‘Galway Girl’ de Ed Sheeran superó los 1.000 millones de streams, esperad a que esto caiga en las manos adecuadas/equivocadas en TikTok.
Después de tremendos sopapos a medio camino entre el villancico (principio de «SWEET», el préstamo de Patsy Cline) y el justificado cabreo por no haber ganado nunca el Grammy a Álbum del Año (final de la misma pista), parece que Beyoncé no sabía cómo cerrar toda esta fantasía, así que ha tirado de una especie de «outro» tipo góspel con vuelta al principio.
‘AMEN’ replica una letra de ‘AMERICAN REQUIEM’, en mi cabeza un recordatorio de que este año Estados Unidos se la juega con sus Elecciones Presidenciales. «Que Dios nos pille confesados» sería una traducción libre de ese repetido «Mercy on me». La artista nos está hablando sin duda de la historia de su país, de las «mentiras de piedra con que se ha construido», de los «huesos» que quedaron y de la «sangre» que se ha derramado. De su futuro incierto. Que el mundo siga tragándose mentiras en el Twitter. Ella seguirá soltando verdades como templos. Veremos quién dura más tiempo.