Una buena canción de Khruangbin tiene la cualidad de transportar al oyente a lugares exóticos donde las preocupaciones no tienen cabida, construyendo pequeños mundos paradisíacos en los que el tiempo se detiene y todo lo que uno puede hacer es dejarse llevar. Quizá es por eso por lo que el relajado rock psicodélico mayoritariamente instrumental del trio texano ha calado particularmente hondo en una sociedad en la que todo se mueve muy deprisa.
La popularidad de la banda no ha cesado de crecer desde su debut ‘The Universe Smiles Upon You’, especialmente gracias a los EPs ‘Texas Sun’ y ‘Texas Moon’ junto a Leon Bridges. Ahora presentan ‘A la sala’, su cuarto álbum en solitario tras el agradable pero irregular ‘Mordechai’, un trabajo en el que la voz cobraba más protagonismo. En esta ocasión, el trío ha decidido dejarla de nuevo en un segundo plano -salvo en contadas excepciones-, y volver a aquello que tan bien les funcionó en sus primeros discos, sobre todo en el estupendo ‘Con todo el mundo’.
‘A la sala’, al igual que cualquier trabajo de Khruangbin, está marcado por la multiculturalidad, tomando influencias musicales de distintos continentes y estilos. El disco se abre con los intrigantes riffs cargados de reverb de ‘Fifteen Fifty-Three’, que bien podrían formar parte de la banda sonora de un western, para en la segunda pista, ‘May Ninth’, virar hacia un refrescante sonido lounge veraniego tan dulce y embriagador como una piña colada. Inmediatamente despues, ‘Ada Jean’, el tercer corte, nos lleva a territorios africanos, así como la animada ‘Pon Pón’, una irresistible y juguetona pieza de rock psicodélico con ritmos afrobeat tipo Fela Kuti.
Las canciones aisladas pueden parecer bastante diferentes entre sí, abarcando géneros opuestos, pero el estilo inconfundible de Khruangbin es tan reconocible que el conjunto guarda una cohesión plena y no suena a otra que a ellos mismos. Es posible que ‘A la sala’ no invente nada nuevo ni sea un gran paso adelante artísticamente para la banda, pero a estas alturas negar si buen hacer en sus impecables producciones y sus melodías absorbentes sería muy injusto. Y aún así, si uno escucha atentamente puede encontrar hallazgos preciosos en cada una de estas doce composiciones, como esa línea de bajo en ‘Todavía Viva’, las percusiones de esa pequeña aventura al Oriente Medio que es ‘Three From Two’, los adictivos riffs de ‘Hold Me Up (Thank You)’ o los sutiles coros que elevan la psicodelia funky de la maravillosa ‘A Love International’.
El álbum también se reserva momentos de calma, como el ambient espacial de ‘Farolim de Felgueiras’, el interludio ‘Caja de la sala’ o el meditativo cierre a piano de ‘Les Petits Gris’, que permiten respirar a la secuencia y hacer brillar aun más los momentos más exuberantes.
En ‘A la sala’ Khruangbin vuelven a demostrar que son mucho más que “música de fondo”. Sus canciones son pequeñas píldoras de evasión, cargadas de sensualidad, poder de sugerencia y calidez.