Televisión

‘El problema de los tres cuerpos’: decepción de los creadores de ‘Juego de tronos’

Las últimas temporadas de ‘Juego de Tronos‘, especialmente la última, fueron una decepción para la mayoría de sus seguidores. Un defecto que se repetía en las críticas era cómo, frente a la cocción a fuego lento que había caracterizado hasta entonces las tramas de la serie, hacia el final el ritmo se había acelerado tanto que muchas decisiones de los personajes no se entendían… precisamente en una saga que, tanto en el material original como en gran parte de su adaptación, había cuidado la evolución de los personajes.

George R.R. Martin les había contado el final a David Benioff y D.B. Weiss para que pudiesen terminarla pese a no existir aún los libros, pero la ejecución fue lo que falló. Esto nos puede decir, por un lado, que la calidad de ‘Juego de Tronos’ se debía más al material original que al talento de Benioff y Weiss… y, por otro, que éstos tenían prisa en acabarla, ya que se sabe que la propia HBO pidió al menos una temporada más.

Se ha hablado mucho sobre si el motivo fue esa trilogía de ‘Star Wars’ que finalmente no llegó a materializarse, o el exclusivo acuerdo firmado con Netflix… El caso es que, cinco años después del final de ‘Juego de Tronos’, ha llegado a Netflix el primer resultado de ese acuerdo, y la primera serie de Benioff y Weiss tras el final de la exitosa saga.

‘El problema de los tres cuerpos’ adapta la novela homónima de Liu Cixin, primera entrega de una saga de ciencia ficción que, como ‘Canción de hielo y fuego’, se consideraba imposible de adaptar. Benioff y Weiss, que otra cosa no pero confianza en sí mismos tienen un rato, volvieron a canalizar su John McClane interior y se pusieron manos a la obra con una historia que, sí, es ciencia ficción, pero con el “ciencia” en luces de neón (no en vano Cixin es ingeniero, y trabajó como tal hasta que el éxito de los libros le permitió vivir de su pluma).

La saga incluye descripciones densas sobre física cuántica y pasajes sobre cuestiones existenciales y morales de la raza humana, nada de lo cual uno espera encontrar en una serie de Netflix, así que el trabajo del dúo dinámico ha sido aligerar un poco esto sin quitarle su esencia, y también occidentalizarlo: del científico Wang Miao hemos pasado a un grupo de amigos físicos de Oxford. Y, aunque China sigue teniendo un hueco importante, aquí el escenario principal es Londres, la máxima autoridad (en materia de ocultismo) es un señor inglés, y las críticas a la Revolución Cultural y a la dictadura china son más explícitas.

Todo comienza cuando la hija de un físico presencia el asesinato de su padre por “traidor a la revolución”, y es enviada a un campo de trabajos forzados, donde su interés por la ciencia se mantiene, pero no su esperanza por la Humanidad. Y esto tiene mucho que ver con los extraños sucesos que empiezan a ocurrir sesenta años después, en nuestro presente: los aceleradores de partículas se vuelven locos, una especie de secta milenarista actúa de forma invisible (literalmente), científicos del más alto nivel se suicidan, y otros se enganchan a un videojuego de realidad virtual sobre una raza extraterrestre condenada a extinguirse. Todo esto, aunque no lo parezca, guarda relación y acaba cobrando sentido.

De hecho, la mitología de la serie es uno de sus aspectos más destacados, ayudando a que quieras devorar los episodios y, en definitiva, a que quede algo muy entretenido. Pero también queda la sensación de que, con este material, podría haber sido mucho mejor: Weiss y Benioff vuelven a creerse más listos de lo que son, y no sirve de mucho la asociación con el otro showrunner de la serie, Alexander Woo (guionista de ‘True Blood’), ni la recuperación de exes de ‘Juego de Tronos’ como Ramin Djawadi para la BSO (mucho mejor su trabajo allí; aquí parece una copia de lo que hicieron M83 para ‘Oblivion’) o Liam Cunningham, John Bradley-West y Jonathan Pryce para el reparto (Davos, Sam y Gorrión Supremo, respectivamente).

Como decimos, el aspecto científico, y la mitología de la serie en general, es interesante, pero su manejo no se parece mucho a series como ‘The Leftovers‘ y ‘Years and Years‘, sino más bien al de ‘El Barco’. Entre agujeros de guión, situaciones forzadísimas y su incapacidad para transmitir el caos global (que por momentos llega a eliminar la suspensión de incredulidad del espectador), la sensación es que a sus creadores esta historia les queda grande, como les ocurrió en parte con el mundo de Poniente.

Recuerda un poco a ‘Scandal’ porque, si aceptas que no vas a encontrar una gran serie y pones de tu parte en abrazar su locura, sí que resulta una cosa de lo más entretenida. Y también podemos decir que recuerda a ‘Scandal’ respecto a su moral: viéndola estos días, es inevitable acordarse de los crímenes del gobierno de Israel con cierta trama (que cuenta con la escena más potente de la serie, eso sí) y su falta de consecuencias. En su manejo de dicha trama (que podría ser clave a nivel narrativo) Benioff y Weiss parecen pensar solo en el shock value y no en la psicología de sus personajes, y mira que lo tenían fácil para conectarlo con la misantropía de Ye Wenjie y las reflexiones de Cixin.

Lo cual nos lleva al otro gran problema de la serie: sus personajes. En el reparto, además de los tronistas mencionados antes, encontramos a Benedict Wong (la mano derecha del Doctor Strange en las pelis de Marvel), Eiza González (‘Baby Driver’), Sea Shimooka (‘Arrow’), Saamer Usmani (‘Succession’), Jovan Adepo (‘Watchmen’), Vedette Lim (‘The Undoing’), Rosalind Chao (‘Six Feet Under’, ‘Star Trek: The Next Generation’), Alex Sharp (‘El juicio de los 7 de Chicago’, ‘How to talk to girl at parties’), Marlo Kelly (‘The Dare’), Jess Hong o Zine Tseng. Un cast sin grandes estrellas, en los que los personajes deberían estar cuidados (pista: no es así) para enganchar al espectador, y sobre todo para evitar algo que muchas críticas han mencionado: si no nos importa el presente de estos personajes, ¿cómo nos va a importar lo que les suceda a sus descendientes (¿o a ellos?) en 400 años? Hay aquí un buen simbolismo con el cambio climático que, por supuesto, también se desaprovecha más allá del guiño con ‘Primavera Silenciosa’.

Pese a todo esto, como decía antes, si te olvidas de los problemas de ‘El problema de los tres cuerpos’, puedes disfrutar mucho. Y, si hay más temporadas (las audiencias han sido buenas, pero no lo esperado para lo carísima que ha sido su producción), estaremos atentos a la conclusión de esta historia, ya que la primera temporada se queda a mitad del segundo libro. Si no, siempre nos quedará la versión china.

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Publicado por
Pablo Tocino