Cuando la prensa musical tuvo oportunidad de escuchar el nuevo disco de St. Vincent por primera vez, ‘All Born Screaming’ ni siquiera se había anunciado. No se conocía ningún single, ni la portada. Unas declaraciones iniciales de Annie Clark sobre el sonido del disco, que describía con la palabra “psicótico”, daban una vaga idea de lo que el público encontraría en él, pero… ¿cuándo no ha sido eso la música de St. Vincent?
En ‘Daddy’s Home’ las aguas se calmaron un poco. La aproximación de Annie Clark al soul y rock psicodélicos los 70 -que le sirvió para entregar un trabajo particularmente autobiográfico- es reivindicada por algunos, pero en general es ‘MASSEDUCTION’, el disco anterior, el verdadero estándar. ‘All Born Screaming’ es como una versión oscura de aquel álbum de St. Vincent de 2017, uno de los mejores del siglo XXI para este medio. Más oscura, mejor dicho.
En ‘All Born Screaming’ ya no hay tonos pastel ni chillones. Al contrario, la oscuridad se impone: Annie aparece en la cubierta quemándose viva. Las canciones sospechan que el “infierno está cerca” y que vivimos “tiempos violentos” y hablan de amores que «chupan la sangre» y de gente que «se tira de un tren». La música, a su vez, es un asalto a los sentidos. El paralelismo de la portada de ‘All Born Screaming’ con la autoinmolación de Aaron Bushnell insufla poder a un disco que suena tan agresivo y atormentado como la época en la que nos encontramos. Como toda época, supongo.
Pero hay matices. “En estos tiempos violentos”, canta Annie Clark en la orquestal ‘Violent Times’, “había olvidado que la gente podía ser tan buena”. El nuevo disco de St. Vincent afronta los males del mundo, pero no es catastrofista. Cuenta Clark a JENESAISPOP que “la vida es brutal, perdemos a gente, no vivimos eternamente”, pero, añade, «el mensaje que prevalece es que tenemos la oportunidad de vivir y de vivir nuestra vida plenamente”. Clark tiene razón: “Que sea duro no significa que no valga la pena”.
Para transmitir este mensaje de unidad frente al desastre, Clark se vale de sus estruendosas guitarras y por primera vez en su carrera se encarga ella de producir el disco sin ayuda de nadie. ‘All Born Screaming’ es el disco mejor producido de su carrera. Esta vez, Clark suena especialmente cómoda siguiendo las coordenadas del stoner rock en ‘Flea’, y de la música industrial, la de Nine Inch Nails, en ‘Reckless’. Sus angulosas melodías se contonean y adaptan a la forma de las producciones, pues ella empezó buscando el sonido del disco y este le llevó a las composiciones que lo conforman.
‘Broken Man’, el single principal, es un espectáculo de producción de rock de altísima definición en el que las guitarras están grabadas para darte un tortazo en la cara. La letra, tan violenta como promete su título, incluso parece incluir una referencia a la crucifixión de Jesucristo. ‘Broken Man’ es el mejor rock moderno posible, y es un banger. ‘Big Time Nothing’ es una apisonadora de funk-rock que tiene a Prince revolviéndose en su tumba. En los últimos minutos, Clark se desahoga en una coda asfixiante en el mejor de los sentidos.
Al disco -tengo que decirlo- le cuesta arrancar. ‘Hell is Near’ es un inicio ambiental y ‘Reckless’ estira la tensión hasta que al final tira la verdadera tralla. Después, el asunto se anima con la guitarrera ‘Flea’ y con una serie de composiciones que no son exactamente rockeras. La mencionada ‘Violent Times’ es el momento James Bond o Nick Cave del disco. Sin duda, aporta un bálsamo melódico a un trabajo oscuro y esquinado a partes iguales. Clark hasta se atreve con el reggae en ‘So Many Planets’ mientras invoca a un “rompecorazones que se desangra apoyado en su ventana quemada”.
Entre los momentos melódicos de ‘All Born Screaming’ destaca, para bien, el vals noir de ‘The Power’s Out’ y, para no tan bien, ‘Sweetest Fruit’, que amarga su sabor con una explícita referencia a la trágica muerte de SOPHIE que no viene demasiado a cuento. Después de tanta tensión y de enfrentamientos con la muerte -la propia, la ajena, la imaginada, la que exponen las noticias- el disco de St. Vincent echa el vuelo con los siete minutos de mantra del corte titular. Y de ahí, el «infierno» vuelve a estar cerca y, de repente, no suena tan mal.