En Carlos Sadness ya no queda nada de “sadness”. En su nuevo álbum ‘Realismo mágico’ hay un tema llamado ‘Feliz feliz’. Otro celebra a dos personas que vienen del mismo ‘Big Bang’. Otro a una pareja que «vibra» en la misma frecuencia. Entendido como «salvavidas» para evitar «una crisis personal», el disco se recrea en «la ternura» consciente de que eso puede ser motivo de mofa. «He encontrado un lugar donde todavía existe la ternura, la ilusión, la bondad», ha afirmado el cantante en Los 40 Principales.
De ahí el optimismo que rezuma y de ahí el desvergonzado uso de diminutivos incluso en títulos como ‘Personita buena’, una canción tropicalilla para «la gente que como tú, casi ya no queda». ¿Necesitas más pistas y subrayados? Este corte termina con una locución que dice lo siguiente: «En este mundo que nos empuja a ser independientes, fuertes y fríos, la ternura es todo un acto de rebeldía».
Carlos Sadness tiene toda la razón del mundo. Matt Healy de 1975 ha sido otro de los artistas que han elevado su voz contra el exceso de cinismo que hay en la industria musical, en la prensa del mismo gremio y en las redes sociales. Las canciones y grabaciones de Carlos son encantadoras, aún amparadas en punteos de indie pop, y cada vez más decoradas por ambientaciones tropicales, aprendidas en sus viajes a Latinoamérica. Las tres colaboradoras del disco son artistas mexicanas.
Después, es cierto que el artista lleva las cosas un poco al límite. ‘Lo que fuera‘ con Ximena Sariñana, que contiene otro homenaje a Bad Bunny, rima «fuera» del verbo ir con «fueras» del verbo ser. ‘Morrita linda’ -otro título en diminutivo- con Melissa Robles expone fantasías como “con un beso me has vuelto mexicano”. Es muy difícil disfrutar de un pastel si no respetas la cantidad justa de azúcar. Y ser brillante a partir de sentimientos alegres. No todos los días sale un ‘Dreams’ como este, precisamente.
La segunda parte de ‘Realismo mágico’ aporta un necesario grado de variedad y diversidad, sin salirse nunca de los esquemas de disco veraniego y disfrutón. ‘Jugo de Guayaba’ es un dembow más bien tipo Drake, resultando algo más atrevido («si me vengo abajo, te pones encima»); ‘Fantasma bueno’ suena como a un C. Tangana -ejem- «bueno» de corazón; ‘Malandra’ un poco más oscura con su punto Western; y ‘Pequeño amor’ con Carla Morrison es, al final, la mejor colaboración chico-chica de esta era, quizá porque ya incluye «lágrimas» y «mentiras». Es este un mundo cruel, en el que el exceso de felicidad es ridiculizable, pero en esas estamos.