Música

La «prioridad gótica» se impone en Primavera a la Ciutat con Chameleons a la cabeza

En la jornada inaugural del Primavera en la Ciutat en Sala Apolo hay montones de siniestros de la vieja escuela, además de camisetas de The Cure, Cocteau Twins y, claro, The Chameleons. Pinta a fiesta grande. Dos grupos señeros, Cranes y The Chameleons, junto con Johnny Jewel, visten la noche de oscuridad gótica y nostalgia sintética.

Cranes vienen a reivindicar su trono del dream pop tras once años de parón. Cuarenta minutos son escasos para toda la expectación por la banda de los hermanos Shaw. De hecho, una frase que se escucha bastante en la sala es: “yo he venido por los Cranes”. Alison Shaw, hierática y magnética, reina desde el lado izquierdo, mientras Jim dirige tras la batería. La voz de niña poseída de Alison es la máxima seña de identidad de la banda. No ha perdido fuste. Es más, esta noche brilla especialmente.

Jordi Pérez

Empiezan ensoñadores con ‘Cloudless’, pero enseguida marcan un tono marcial en ‘Da Da 331’. Las proyecciones son sencillas, pero oníricas y efectivas. Cranes logran dar a su concierto un ambiente de añejo film de terror, de esos que ya no dan miedo pero aún fascinan, van combinando ensoñación con ráfagas de furia. Alison, cuando no toca el bajo, se aprieta el diafragma todo el rato, como si quisiera entregarnos toda su expresividad. La culminación es ‘Starblood’ y, ahora sí, son una película de horror, entre golpes secos de batería y el guitarra aporreando su instrumento con una llave inglesa. Lo dicho: escasísimo.

Las estrellas de la noche fueron The Chameleons. La banda de Mark Burgess fue una de las más importantes de post punk británico de la primera mitad de los 80. Y aunque suene a tópico, en la sala se huele esa sensación de gran noche, de complicidad. No pueden sonar mejor. La introducción larga y los guitarrazos de ‘Silence, Sea and Sky’ pero, ay, la voz de Burgess suena floja. Por suerte enseguida se arregla y el clima que consiguen es mágico: un viaje en el tiempo, entre sintetizadores, líneas de bajo sincopadas y guitarras con el reverb a tope. No necesitan más que la potencia, los focos y los fans entregadísimos. La sala está completamente magnetizada cuando Burgess presenta a la banda y atacan ‘Swamp Thing’. Y ahí se acaba. Solo tienen cincuenta minutos. Hay pitidos, parece que la banda está negociando un tema más, pero finalmente no es posible. El público los reclama insistentemente, pero nada.

Jordi Pérez

Para Johnny Jewel se ha marchado casi la mitad del público. Está claro cuáles eran las prioridades góticas de la noche. Eso sí, los que se quedan demuestran bastante fervor. Lo de Johnny Jewel me recuerda un poco, salvando las distancias, al concierto de John Carpenter de 2016. Como Carpenter, Jewel goza revistiendo imágenes inquietantes a golpe de sintetizador sugerente, sofisticación hortera y efectismos. Jewel desgrana varios de sus temas de bandas sonoras, ya sea en solitario, con los Chromatics o Glass Candy. Va sin banda y lo fía todo a las proyecciones: giallo italiano, películas S de terror de los setenta, esa estética a la que la productora CANADÁ le debe tanto. Jewel se queda en el rincón, en la mesa, aunque de vez en cuando se arranca a bailar.

Cuando aparece la cara de Laura Palmer el público silba entusiasmado. Las imágenes de ‘Twin Peaks‘ son debidamente jaleadas, Jewel las llena de saxos sintéticos, de falso lujo. Luego más giallo y aplausos cuando se muestra una decapitación. Aunque la película que más rato va a ocupar la pantalla es ‘Lost River’, el debut a la dirección de Ryan Gosling (2014) que Jewel musicó. Un extraño film de imágenes fascinantes en que reina Christina Hendricks, que encuadran ‘Yes’ de Chromatics y ‘Shell Game’ de Glass Candy. La música recrea una iglesia tétrica, Jewel agarra el micro con vocoder y se arranca a cantar.

La máxima celebración se la lleva ‘Drive’ y la canción ‘Tick of the Clock’ de Chromatics. Aunque se pase de esteticismo un pelín vacío, la experiencia es bastante subyugante. Pena que cierre con cierto bajón con el remix de ‘Blinding Lights’ de The Weeknd, con un cartel bien grande con el nombre de la canción y el artista, como si no supiéramos quién es. Como si Jewel, después de mostrarnos su talento, fiara el triunfo a una carta ajena.

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Publicado por
Mireia Pería