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No he visto a The Beatles, pero sí a The Lemon Twigs

Se encienden las luces. El concierto de The Lemon Twigs termina y los asistentes salimos ordenadamente de la Sala Copérnico de Madrid. Estamos comentando lo bien que sonaban las armonías, lo anacrónicos que eran los outfits y cómo los cuatro integrantes «tenían totalmente claro lo que hacían», cuando suena de la nada la mágica intro de ‘How Can I Love Her More?’. Rápidamente, todo el mundo de nuevo para dentro, que los hermanos D’Addario se han olvidado de tocar el single. Este caramelito final fue, como todo lo que vino antes, un delicioso espejismo de una época irrepetible.

Entre personas con patillas y camisetas rayadas, fui transportado a los años 60. Los únicos elementos que me sacaron de mi ilusión fueron, obviamente, los constantes teléfonos móviles, y Taylor Swift. «Yo creo que la clave es la conexión con los fans, tío», comentaban a mi lado sobre la inescapable cantante.

Ainhoa Laucirica

Brian y Michael D’Addario, al igual que el resto de la banda, están totalmente chapados a la antigua, hasta el punto de que les da igual pasearse por el escenario minutos antes del show para comprobar que tienen todo en orden. Su atuendo -ya le gustaría a Humana- y presencia los enmarcaban como viajeros del tiempo. Era casi surrealista.

Brian, tocayo de uno de sus grandes referentes, dispara los potentes acordes de ‘Golden Years’ y lo que sigue podría servir como compendio definitivo de los sonidos y corrientes del pop de toda una década, o dos, si me apuras; canalizadas en unos hermanos de 27 y 25 años. Los Beatles psicodélicos, los Beatles moñas, los Beach Boys de ‘Smile’ y ‘Pet Sounds’, la frescura de ‘Odissey & Oracle’, la creatividad de Todd Rundgren… No acabo. Estamos hablando de que, si todas estas canciones tuviesen 50 años, serían clasicazos indiscutibles. Así es el material, pero además en vivo lo defienden como si de ellos dependiera el futuro del rock. Y quién sabe, igual es el caso.

El repertorio abarcó los cuatro discos del dúo, pero las canciones de los dos últimos (‘Everything Harmony’, ‘A Dream Is All We Know’) brillaron de forma especialmente deslumbrante. Las armonías vocales de ‘In My Head’ o ‘Any Time Of Day’ hicieron imposible que el público no se rindiese ante ellos en una explosión de aplausos y vitoreos. Lo mismo ocurrió con una renovada ‘I Wanna Prove To You’, el tema que mejor funciona de su primer disco y que marcó un antes y un después en el concierto. A partir de aquí, la conexión público-artista fue total. Los chascarrillos entre hermanos -«Voy a intentar tocar esto, que parece un violín» soltó Michael señalando un bajo-, la perfecta naturalidad de la banda y la acertadísima versión del ‘I Don’t Wanna Cry’ de The Keys -«¡Wow!¡The Keys deberían tocar aquí!»- enamoraron a todo aquel que se hubiese resistido previamente.

Ainhoa Laucirica

The Lemon Twigs consiguieron que el bis fuese uno de los highlights absolutos. Se va toda la banda, solo vuelve Brian. Coge su guitarra eléctrica. Habían elegido los cortes más divertidos de su discografía para la sección principal del show, pero faltaban los que te tocan el corazón. Si alguien hubiese gritado alguna tontería mientras Brian cantaba ‘Corner Of My Eye’ y ‘When Winter Comes Around’, ese alguien se habría comido una silla. Qué bonito, y cuánto hacía que no veía algo así en un concierto. ¿De verdad eran así antes?

Lo único que les puedo echar en cara a las ‘ramitas’ es que no terminaron con ‘Good Vibrations’, y en Lisboa sí. Sería lo más cercano a ver a The Beach Boys en su peak. Conciertos como estos te quitan un poco el gusanillo de ver a una gran leyenda de la música en directo. No pasa nada. No he visto a The Beatles, pero sí a The Lemon Twigs.

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Publicado por
Gabriel Cárcoba