La noticia no por esperada ha sido menos desgraciada: Françoise Hardy, icono del pop francés, se apagó ayer definitivamente. Sin embargo su luz no se acaba: la Divina tiene todas las papeletas para pasar a la posteridad y con el tiempo convertirse en la artista femenina francesa de los 60 más legendaria y venerada. Cuando el recuerdo de otras contemporáneas suyas como Sylvie Vartan o France Gall se disipe quizá pasadas las décadas y los siglos, Hardy no caerá en el olvido.
Porque aunque se la asocie siempre con el ye-yé, ella era mucho más: su primer éxito ‘Tous les garçons et les filles’ era una composición suya, y siempre fue fundamentalmente una cantautora. Sin embargo su olfato para el pop a la hora de escoger repertorio y de componer haría que algunos de las canciones más extraordinarias del pop francés de los 60 fueran suyas. En esa época dorada del 62 al 67, cada EP de cuatro canciones que lanzó con el sello Vogue era oro puro… que además contenía siempre material escrito por ella: gran parte de lo mejor de esa era son precisamente esas composiciones propias, tesoros como ‘C’est a l’amour auquel je pense’, ‘J’suis d’accord’, ‘Ce petit coeur’, ‘J’ai bien du chagrin’… este es el dato clave para entender su valor añadido como artista, su estatus de creadora.
El fulgurante éxito de sus discos en Vogue la convirtió en estrella por toda Europa, y su impacto llegó incluso hasta el esquivo mercado anglosajón, donde Dylan o Jagger querían conocerla a toda costa. Su figura longilínea y su fotogenia letal (especialmente bajo la lente de Jean-Marie Périer) sin duda ayudaron en la creación de su mito, pero mucho más la melancolía pegadiza de su manera de cantar y el misterio carismático de su gesto callado.
Su otro acierto fue saber hacer la transición a la década de los 70 sin quedarse estancada. En la década en la que los álbumes empezaron a cobrar mucha más importancia que los discos sencillos, Hardy supo gracias a su visión artística y su capacidad compositiva crear verdaderas obras maestras. Sin desmerecer sus grandes LPs todavía con Vogue (‘Ma Jeunesse Fout Le Camp…’ en 1967 o ‘Françoise Hardy’ en 1968), fueron sus creaciones en su sello propio Sonopresse las quedarían como su legado más brillante: ‘Soleil’ de 1970, y en especial el exquisito ‘La Question’ (1971), creado junto a la música brasileña Tuca. En él se sublima su reconversión final a sofisticada cantautora folk, con letras de madurez y turbulencias sentimentales. El nivel se mantendría en una serie de buenos álbumes durante el resto de la década, hasta llegar un parón en los 80, con prácticamente un único disco en 1988, ‘Décalages’, que la sumió en otro hiato de casi otra década.
Durante los 90 el recuerdo de Hardy parece desvanecerse, pero no es así: en el pop underground es venerada como pocas artistas. Si bien el redescubrimiento de Gainsbourg durante la década fue más perceptible, aparecen pequeños núcleos de interés, en España liderados por Juan de Pablos y su ‘Flor de Pasión’. En el nuevo pop nacional bandas como Los Fresones Rebeldes, Los Caramelos o Los Brujos la reivindican y versionan, culminando en una legendaria fiesta homenaje a Françoise en la sala Siroco en 1999, cuyo eco llega a la mismísima artista en una entrevista en Radio France International.
A nivel internacional hay dos momentos clave en esos años 90 para la restauración de Hardy como patrimonio cultural de una nueva generación de músicos: la participación en 1995 en ‘The End’ del grupo Blur, y su colaboración con Air en 1998 en la sublime ‘Jeanne’, en la que volvía heroicamente a su esencia folk junto a las panorámicas electrónicas del dúo.
A partir de ahí y de la publicación de su disco de retorno ‘Le Danger’ (1996) el nuevo milenio trae una nueva era de álbumes de Françosie, en ocasiones colaborando con nuevos talentos como Benjamin Biolay, y crecientemente bajo la batuta de su hijo Thomas Dutronc. También las nuevas décadas le granjean bonitos impactos en la cultura audiovisual, como la icónica escena de ‘Moonrise Kingdom’ de Wes Anderson en 2012. Con el aprecio creciente en los últimos años de los discos de folk de los 70, su prestigio de obras como ‘La question’ no han hecho sino crecer entre audiófilos y coleccionistas.
Su último disco, ‘Personne d’autre’, se publicó en 2018, pero Françoise no se acaba, porque, ¿cómo olvidar lo inolvidable? ¿Cómo decirle adiós? Françoise vive. Vive Françoise!