La verde pradera de Kobetamendi brillaba con la luz del sol cuando, una año más, se abrían las puertas del Bilbao BBK Live. Aunque más tarde la cosa cambiaría, la primera jornada se inauguraba con un día espléndido. Como primerizo en el festival, puedo decir que la organización da gusto. Buses bien señalizados, cero aglomeraciones, nada de gente colándose… Aún así, mi cara fue digna de ver cuando el bus nos dejó a mitad de camino, o eso parecía, para caminar lo que quedaba. En cuesta. Entonces, «¿por qué he pagado para reservar un bus?», pensaba. Cosas de novatos, supongo. De todas formas, nunca estaré tan perdido como esas chicas que, con tienda a cuestas, preguntaron en la puerta del VIP dónde estaba el camping. La respuesta estaba al otro lado del recinto.
En las primeras horas de la tarde, el público se dividió entre la emocionante mezcla de flamenco y urbano de Queralt Lahoz y el querido pop rock de Shinova. La banda vasca atrajo el mayor número de gente, pero los que eligieron a Lahoz se encontraron con algo muy especial. La catalana, de origen andaluz, siempre presenta uno de los conciertos más disfrutables de cualquier festival. Algunos preferirán la parte más cercana al hip hop y al trap, y otros lo que más se asemeja al flamenco. Su voz brilla y penetra en la piel de igual manera, así que ninguno se equivoca. Siempre se asegura de contar la historia que acompaña a ‘María la molinera’, nombrada así por su abuela, pero su manera de hablar y reivindicar a aquellos que no tienen voz no deja de erizar la piel.
Uno de los momentos más divertidos de la jornada involucró a Diego Ibáñez de Carolina Durante y a Barry B, que presentaron su recién lanzado single, ‘Yo pensaba que me había tocado Dios’, en lo que parecía un escenario en forma de ring, con cuerdas y todo, diseñado y montado solo para ese momento. Se les podía ver a los dos esperando en el mítico lobo del festival para bajar en cualquier momento, guantes de boxeo incluidos, pero la espera se demoró más de la cuenta. Mientras tanto, quedaban 5 minutos para la actuación de Sen Senra. Aunque anunciaron que habría «pelea», Barry B y «el príncipe de la Wurlitzer», según el presentador, cantaron el tema y se volvieron a ir. Al menos, conseguimos el saludo de Diego.
Sen Senra salió al escenario Nagusia sin ganas de fiesta en un concierto bastante anodino. Aunque adelantó algunas canciones que normalmente vendrían más tarde en el setlist, como ‘Uno De Eses Gatos’ o ‘Ya No Te Hago Falta’, no parecía haber ninguna razón detrás de esta decisión además de quitárselas de en medio cuanto antes. La eliminación de todo elemento de reggaetón en ‘Completamente Loco’ en un show que necesitaba urgentemente algo de acción tampoco ayudó. En el lado bueno, la presentación de ‘Hermosa Casualidad’ fue recibida por el público con los brazos abiertos y sonó maravillosamente bien, pero eso ya lo sabíamos. No será uno de los conciertos más comentados.
Todo lo contrario que el de Air, en el que la gente no paró de hablar en ningún momento. Para colmo, fue uno de los públicos más grandes del festival. Entre el tipo de música que es y que tampoco se escuchaba mucho, fue una experiencia algo frustrante. Tanto la banda como el público iba a lo suyo. Mientras unos pensaban qué cenar o en las ganas que tenían de ver a Los Planetas, los franceses estaban en su propia atmósfera, metidos en su rectángulo particular y concentrados en los instrumentos. Estos hicieron volar a los pocos que prestaban atención con la vibrante ‘Kelly Watch The Stars’ o con las coloridas estrellas y galaxias que les envolvieron durante ‘New Star In The Sky’. Es prácticamente un anti concierto: no hay picos de adrenalina (a menos que cuentes ‘Sexy Boy’) ni nada nuevo a lo que hayas escuchado en el ‘Moon Safari’ original. Eso sí, a los que nos gusta, nos encanta.
Mientras tanto, en el escenario Beefeater, la gente estaba totalmente entregada a Jimena Amarillo y ella, totalmente a gusto con el público del BBK Live. Así da gusto. Los Planetas, igual, pero a su manera. J sigue asegurándose de que se le escucha perfectamente y ‘Super 8’ sigue siendo igual de bueno. De regalito, tocaron ‘Un Buen Día’ para deleite de todos los presentes. Eso sí, nada de rayas. Lo que se metieron Eric y J en «los bares de siempre» fueron «cuatro millones de pastas».
Hacía 5 años que Massive Attack no visitaban España, desde el 20 aniversario de ‘Mezzanine’. Con todo lo que ha cambiado el mundo en este tiempo, el grupo de Brístol tenía que traer un show a la altura. Desde el inicio con ‘Risingson’, 3D y Daddy G dejaron claro que no iba a ser un concierto ligero, sino todo un espectáculo tanto visual como político. Flashes rapidísimos de imágenes bélicas, banderas palestinas, procesiones y vídeos aparentemente aleatorios se sucedían sin control tomando más importancia que la propia música, cuyos hipnotizantes ritmos eran el mejor acompañante. Al grito de «viva Palestina», los ingleses proyectaron imágenes y textos sobre ETA, los Illuminati, el MK Ultra, la adoración a los famosos… y todo lo que seguramente me perdí. Todo, con la aparición de Horace Andy, Elizabeth Fraser y Young Fathers.
Cuando no era un bombardeo de información (en euskera), el escenario solo estaba iluminado por una potente, pero fría, luz blanca. Aunque la cantidad de imágenes y texto podía llegar a ser abrumadora, sobre todo en un festival a medianoche, visualmente es un alucine de concierto y, pese a quien le pese, el mensaje no deja de ser importante y necesario.
La anticipación con The Prodigy era justificada. Era uno de los últimos conciertos de la jornada y se trataba de su primera vez en Kobetamendi sin Keith Flint, fallecido en 2019. Si los festivales fuesen parques de atracciones, el concierto de The Prodigy sería solo para amantes de lo extremo. Desde los impresionantes lasers y la imponente presencia de Maxim Reality hasta la oscura imaginería que rodea el escenario, está claro que no está hecho para ser un show amable, pero si te dejas llevar por el desenfreno colectivo y el torbellino de noise y ritmos que proponen los británicos, te quedas con una de las experiencias de concierto más viscerales e inolvidables que hay. ‘Firestarter’ y ‘Breathe’ son las claras favoritas del público, pero todas funcionan igual de bien. El bombo suena como una explosión. Todo junto, como una guerra. Sin embargo, aunque pueda parecer el show menos friendly, la verdad es que Maxim Reality fue el que consiguió conectar más profundamente con el público. Air se centró en la música y Massive Attack en el mensaje. The Prodigy, en sus fans.