París ha celebrado la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos en medio del caos. Si no era suficiente con el boicot a su red ferroviaria, la lluvia no ha dejado en paz la gala programada a las 19.30 horas. La decisión de desarrollar el desfile de un par de cientos de países navegando por el Sena tenía cada vez menos y menos sentido a medida que la tormenta no arreciaba.
Algunos países compartieron barcos, otros parecían abandonados en el río como pateras y sobre todos caía una tromba de agua que manchaba cámaras y dificultaba una realización llena de fallos. ¿Lo mejor de la parte del río? Cuando París se rio de sí misma incorporando un osado golpe de realidad: las ratas.
Lady Gaga no tardaba en salir a actuar, con una versión en rosa de ‘Mon truc en plumes’ correcta y cabaretera que hubiera lucido mejor en el paisaje de Montmartre -o sea, Moulin Rouge- que en mitad del río, sin público ni calor por ningún lado. Al menos no le llovió encima, se dice que porque su actuación estaba pre-grabada.
Solo la energía y las ganas de vivir 15 segundos de gloria salvaron la ceremonia del hastío absoluto después. Los homenajes a la cultura vogue, a la inclusividad y a la rave de puro after fueron lo mejor de una gala de presentación que en principio lució demasiado austera. El tributo a ‘Jules et Jim’ -hoy evolucionado a poliamor- realizado por una trieja racializada recordó quién ha ganado las elecciones en Francia. La organización parisina pareció regodearse en ello todo el rato a través de maquillaje, vestuario y montaje. El espectáculo cuando caía la noche era ya de pura ball.
Hubo varios homenajes a la cultura pop, como esos Justice de fondo, esa producción de Cerrone o -por elipsis- ese trending topic continuo anhelando a Daft Punk. Los metaleros Gojira dieron una de las mejores actuaciones, tirando de María Antonietas en lo que parecía un número dirigido por Sofia Coppola.
La noche decayó en algunos números entre esa amazona que no llegaba nunca, y esos charcos de agua que daban cada vez más y más tristeza, y quien realmente salvó el show al final fue Céline Dion. Tras publicar el documental sobre su enfermedad, se repuso a tiempo de subirse a la Torre Eiffel para entregar una versión de cortar el hipo de la enorme Édith Piaf. Entre todas las decisiones desacertadas de que fuimos testigos esta noche, la elección de ‘Hymne à l’amour’ no fue una de ellas.