La portada del último disco de The Libertines no puede ser más británica: una típica calle de barrio repleta de personajes sórdidos y entrañables, pero donde hay lugar también para la elegancia y cierto lirismo. Y sí, eso es, una vez más, el re-regreso de The Libertines: entrañable, sórdido, lleno de lirismo herrumbroso… y muy británico. Sin novedad en el frente, vamos. Pero en lo referente a Pete Doherty y Carl Barât, ¿quién quiere novedad?
‘All Quiet on the Eastern Esplanade’ es algo melancólico, tiene cierta aura de disco-reflexión sobre el paso del tiempo. Pero también recupera ese espíritu más de jolgorio que se echaba de menos en el último disco (del que ya han pasado casi nueve añazos) ‘Anthems for Doomed Youth’. Porque más jolgorio no puede caber en la inicial ‘Run Run Run’; es un buen pildorazo de punk pop garajero y trotón. Las guitarras suenan con su punto justo de suciedad, la melodía es clara y precisa, la batería contundente, Barât y Doherty entonan con la suficiente convicción. Y la letra es socarrona y un tanto ambigua. No se sabe muy bien si huyen de su pasado: “Run, run, boy, faster than the past” (“Corre, corre chico/más rápido que tu pasado”) o si se burlan de su presente: “He can «eat mor chikin» any man in the land” (“Él puede “comé má pollo” que cualquier hombre del país”).
Pasado (musical) y presente (histórico) sí se conjugan en ‘I Have a Friend’, clásica tonada energética del dúo, que trata sobre la guerra en Ucrania. El presente también asoma, aunque el título haga presumir otra cosa, en ‘Merry Old England’. Doherty entona estupendamente esta historia sobre sueños de inmigrantes que se estrellan en los blancos acantilados de esa “vieja y alegre Inglaterra”, entre coros soul y bonitos arreglos de cuerda nada ostentosos. La pieza más melancólica, junto con la muy beatlianna ‘Man with the Melody’.
La literatura y lo social se dan la mano en ‘Night Of The Hunter’, donde se fusila ‘El lago de los cisnes’ a lo Ennio Morricone, para construir una “Murder Ballad” sobre un delincuente de poca monta que busca venganza, a pesar de que sabe que le va a llevar a la perdición. Y cuando piensas que se les empieza a ir la mano con lo tristón, vuelven con una de esas canciones pizpiretas a dúo que tan bien les sale, ‘Oh Shit’. ‘Shiver’ es todo brit-pop para lo bueno: gran melodía, buenos arreglos, gran estribillo y una historia donde aparece hasta la reina. ‘Songs They Never Play On The Radio’ es un poco esa canción de señores mayores que gruñen que antes todo esto eran campos… pero que se lo perdonas porque ay, gruñen tan bien: es irónica, tierna y pegadiza.
En ‘All Quiet on the Eastern Esplanade’ The Libertines juegan por un lado con la nostalgia, pero, por otro lado, se les nota encantadísimos de haber vuelto. Y es una alegría verles tan bien, tan sobrios (en varios sentidos: Carl Barât no permitió que se bebiera alcohol en toda la grabación del álbum) y tan contentos.