Música

Éxitos y fracasillos del I Congreso de Prensa Musical

Este lunes desde PAM (Periodistas Asociados de Música), organizamos el I Congreso de Prensa Musical, reuniendo a casi un centenar de periodistas musicales que trabajan para medios como Radio 3, El País, El Diario, ABC, El Mundo, la Agencia EFE, Rockdelux y Mondosonoro, entre muchos otros, en lo que podía ser un récord Guinness de trabajadores autónomos por metro cuadrado. Ver a toda esta gente junta por primera vez fue muy motivador. Un éxito de convocatoria (aforo completo) que hay que agradecer a Manuel Pinazo de Muzikalia, presidente de PAM, y Laura Pardo de RNE y freelance, vicepresidenta inminente. Como los encuentros de la industria que se producen en BIME, Monkey Week o Primavera Pro, estos eventos se caracterizan por convertirse en una especie de terapia colectiva en la que cada uno se queja de lo suyo, solo que esta vez no veníamos a hablar de los artistas, ni de los sellos, ni de los hits, sino de la prensa, según algunos organismos, el sector más vulnerable. «Precariedad» fue la palabra más repetida en las 7 charlas organizadas, disponibles aquí, y aun así hubo quien lamentó que no se estuviera hablando lo suficiente sobre ello.

Diego Rubio de NUEBO, que también escribe para Rockdelux, habló de algo muy común en la profesión: la inexistencia de vacaciones reales, el no cobrar cuando tu revista cierra en verano, la necesidad de trabajar los fines de semana o de madrugada. Añado que la conciliación con tu pareja o amigos, tampoco existe cuando la noticia de la muerte de Amy Winehouse salta un sábado por la tarde, la de Lou Reed un domingo a última hora, la de George Michael el día de Navidad o la de Avicii un viernes por la tarde. Tu vida -tus hijos, tus padres dependientes, tu pareja- pasa inesperadamente a segundo plano cuando el tráfico de tu site depende en un porcentaje muy elevado de la «última hora», o cuando tienes que entregar a tiempo una pieza para papel.

Aun así, el legendario Diego Manrique va a publicar un libro llamado ‘El mejor oficio del mundo’, recopilando anécdotas de 50 años de profesión, porque uno tiende a quedarse con lo bueno en perspectiva, supongo. Concuerda con él, a dos generaciones de distancia, Marta España, que vive de la comunicación y es artista (Marta Movidas), pero reconoció que su verdadera motivación es el periodismo musical. A aquel que dijo que los periodistas somos artistas frustrados, chúpate esa. Al fin y al cabo, ¿a quién vamos a dar pena con un trabajo que implica entrevistas con artistas de primera línea, discos y entradas gratis y alguna que otra barra libre de Pascuas a Ramos?

Por eso, como vicepresidente de PAM, interpreto como un pequeño fracasillo que este tipo de Congreso se convirtiera más en un cúmulo de penas que de proyectos de futuro. El redactor más joven de JNSP, y un ex becario (nuestras becas siempre han sido remuneradas en pos de la profesionalización del sector) salieron de allí muy desanimados tras escuchar cosas como que el mismísimo Julio Ruiz había trabajado en la radio sin cobrar durante décadas, sobreviviendo más bien gracias al periodismo deportivo. O que la fotógrafa Samantha López no puede vivir de su trabajo. O que su hueco en el foso de un concierto se lo queda un influencer. O que Fernando Íñiguez de El País se reconocía mileurista con 67 años.

Otro Fernando de El País, Navarro, estuvo en mi opinión más acertado cuando llamó al compañerismo en el sector, que buena falta hace, que cuando repitió algo así como que «la música ya no interesa a nadie». Su libro sobre la carrera de Supersubmarina, que iba por la 5ª edición ya el verano pasado, certifica lo contrario.

Supongo que todo este tremendismo procede de los varapalos que ha recibido el papel, y del desastre producido por el cambio en los algoritmos de Facebook y Google en el último lustro. Honestamente, nunca basé el éxito de JENESAISPOP en el usuario «paracaidista», aquel que un mes te llevaba a 700.000 usuarios únicos, y luego jamás volvía. Siempre he sido consciente de que el periodismo musical es algo minoritario: en el instituto lo seguíamos los más raros, y he perdido toda esperanza de que mi padre entienda a qué me dedico o presuma de mis logros con los vecinos. ¿Pero de qué sirve repetir que somos irrelevantes delante de instituciones y anunciantes cuando algunas cifras apuntan a lo contrario?

El fin de la monocultura es un factor en la caída de tráfico, si es que hay caída de tráfico (viendo las cifras que producen según qué artistas, o según qué artículos, a veces creo que es una cuestión de enfoque). Pero es verdad que ya no hay nombres que gusten a todo el mundo como el siglo pasado. De hecho, allí no hubo forma de ponerse de acuerdo entre nosotros mismos. La gran Patricia Godes dijo que Alejandro Sanz había tenido mala prensa por gustar, sobre todo, a las mujeres. Fernando Navarro, en cambio, le llamó «mafia». Jorge Ortega, de Ruta 66, me preguntó durante la hora de comida «cuál era mi grupo favorito». Yo respondí que Rosalía.

Por suerte, pudimos concordar con los Beatles. Pero allí las voces eran definitivamente diversas: Elena Cabrera (El Diario) criticó la falta de mujeres no solo en la prensa musical, que obvio, sino también en festivales, incluso en Primavera Sound, que es de los más paritarios. Santi Carrillo (Rockdelux) le respondió con otras cifras, que incluían a los artistas no binarixs y a los grupos mixtos. Como “hater” de Supersubmarina, Carrillo estaba compartiendo mesa con un fan de Supersubmarina hasta la médula. Como siempre, se oyeron voces a favor de las subvenciones y otras en contra. Gente que hablaba de sindicato y gente que hablaba de patronal. Nuestras diferencias profundas pueden hacernos más fuertes, porque significan que nos dirigiremos a públicos distintos, de la misma manera que el k-pop, Bad Bunny, Amaia y Arctic Monkeys conviven en las listas de éxitos.

El evento celebrado en AIE, que donó gentilmente su sede, y patrocinado por Fundación SGAE, que permitió la invitación a periodistas de fuera de Madrid, dejó algunas ideas, aunque creo que no las suficientes. Desde la mesa de financiación intentamos dar algunas: las nuevas formas de comunicación en redes aprovechadas por Arturo Paniagua, los podcasts, los libros y cuadernos en papel como insólito salvavidas de sites como Efe Eme, Muzikalia o el nuestro, y -nunca se repetirá esta palabra suficiente-, la diversificación en los ingresos a través de eventos o pasarelas de pago, a lo Mondosonoro. También propuse la generación de una agencia que nutra de «branded content» de calidad a algunos medios. Este Congreso debería ser solo el principio de algo.

Respecto al «periodismo musical de calidad» en sí mismo, Rockdelux decidió no alardear demasiado del suyo, y creo que fue Jordi Bianciotto (El Periódico) quien hizo la intervención más interesante. Recordó que los medios no podemos ceñirnos a las agendas de discográficas (o festivales). Alabó el excitante momento musical que vivimos, tanto en cuanto a diversidad de estilos, como en cuanto a venta de entradas, y propuso salir de la rueda promocional para crear nuestra propia agenda. Elaborar nuestros propios contenidos, más analíticos, con opiniones contrastadas, para devolver al periodismo musical la credibilidad que quizá ha perdido, entre otras cosas, a base de repetir a todas horas, por todas partes, que la ha perdido. En la línea, Carlos Pérez de Ziriza cuestionó la ausencia de críticas negativas, pero reconoció que no era muy motivador escuchar discos que no te gustan o ir a un concierto de Melendi, “a 20, 30 o 40 euros” por artículo. Aun así, se atrevió a hablar mal de Lana del Rey tras un FIB, y sus fans se la juraron. «Lo peor es escribir de discos (o artistas) que te dan igual, que ni frío ni calor”. Pero lo de Lana le pareció “muy divertido”, aseguró, la mar de satisfecho. Ese es el espíritu.

Los comentarios de Disqus están cargando....
Share
Publicado por
Sebas E. Alonso