‘Inmersión’ es el sexto disco de Javiera Mena. O séptimo, si incluimos la recopilación ‘Primeras Composiciones 2000-2003’. Un disco melancólico y baladista, más próximo a ‘Esquemas juveniles’ (2006) que al ‘Nocturna’ de 2022. La artista chilena tiene una carrera de más de veinte años, que se toma con calma y reflexión entre paso y paso. Vía Meets charlamos sobre esta nueva era, menos orientada a la pista de baile y más a cierta introspección espiritual.
¿Estás en Madrid ahora?
En Santiago de Chile. Aquí es otoño. Estaré en Madrid en breve.
‘Inmersión’ ha salido este 23 de abril, que es el día de Sant Jordi aquí en Cataluña, el Día del Libro y de la Rosa, pero también es miércoles. Ahora todos los lanzamientos se hacen el viernes. ¿Fue premeditado sacarlo en miércoles 23 de abril o es una simple casualidad?
Me lo dijo mi amiga. Es una hermosa casualidad, porque me encanta Sant Jordi, es como mi fiesta favorita.
Leo en la hoja promocional que ‘Inmersión’ marca otra era en tu obra. Pero siempre has hablado de cada uno de tus discos como eras. Con ese también. ¿No es así?
Sí, me gusta que cada disco sea algo diferente al anterior. Me preocupo de eso. Que rompa con el anterior, se me da así. Me quise salir un poco de la pista de baile con este disco. En este disco se nota aún más, yo creo, el cambio de era. Pero igual al final soy yo cantando.
¿Por eso hay tanta distancia entre disco y disco? Porque transcurren unos cuatro años de media. De hecho, este es sorprendente porque creo que solo han pasado tres. ¿Es una cuestión de método? Leí hace poco en las memorias de Jarvis Cocker de Pulp, que decía que él tardaba mucho en hacer las cosas porque era muy lento, que necesitaba mucho tiempo para hacer todo. ¿Te identificas con esto o es otro por otros motivos que te toma tanto tiempo?
Me identifico, soy muy lenta. Para componer, sobre todo. Igual uno tiene que también adaptarse un poco, no sé, como que transar. Los que trabajaban conmigo me dijeron: «ya vos, ¡sacate un disco antes!”. Igual van dos años y medio, creo. Y para mí es como… “¡uff! ¡Fui a la velocidad de la luz con este disco!”. Pero sí: me tomo mi tiempo, soy muy lenta para componer. De hecho, cuando hago sesiones de composición, yo soy la que va más atrás. Pero creo que las ideas buenas también toman tiempo en madurar y me gusta hacer los discos, escucharlos… le doy muchas vueltas. Es a lo que más le doy vueltas. Como decimos aquí en Chile: caldo de cabeza (risas).
¿Cuál es la naturaleza de la era de ‘Inmersión’? Porque ‘Nocturna’, aparte de nocturno (claro) era muy carnal, con bastante erotismo. En ‘Inmersión’ también hay deseo y se mantiene la nocturnidad, pero es todo más sutil, menos explícito. Hay un anhelo más bien espiritual. ¿Pasamos del deseo carnal al deseo… no sé si llamarlo espiritual?
Sí, sí… Es más vulnerable. También es como un deseo más de hablar, de soltar las cosas. También es un poco más de ruptura. Es más espiritual, en el sentido de no enfocarse en la parte erótica. Como decís tú, tiene esta cosa más profunda. Y las melodías incluso yo creo que conectan con una cosa más espiritual. Sí, tienes razón. Por eso se llama ‘Inmersión’, también. La inmersión habla del agua un poco y el agua en simbología, en misticismo, también son las emociones profundas, las que te hacen profundizar y llegar a cosas que te cambian, que te transforman. ‘Nocturna’ es un disco mucho más de deseo, como dices tú, de erotismo. Y también tiene toda esta cosa de pista de baile, de salir de fiesta. Y este disco no. Este disco está fuera de la pista de baile.
«‘Inmersión’ es más profundo, emocional y emotivo»
En tu música hay siempre un elemento, no sé si definirlo como esotérico, muy de despegarte de lo terrenal. ¿En este disco lo notas más que en otros discos anteriores?
Sí, sí, muchísimo, porque siento que, de hecho, hay canciones sin batería y la música fluye con la armonía, hay cuerdas de repente, y creo que eso conecta con lo básico, con lo primigenio de la música. Y eso lo hace más profundo, más… cómo decirlo, más emocional, más emotivo. Creo que eso es lo que andaba buscando. Lo que se me dio como lo sencillo, lo simple, al final es lo más espiritual también. Lo básico, no sé cómo decirlo, sin tanto disfraz de los beats. Que me encantan, que también pueden ser un ritual mágico, un beat. Pero en este caso yo me fui por la voz, por la letra y por el tipo de melodía y armonía que creo que conectan con algo muy de la génesis, muy humana. No sé cómo decirlo (risas).
En la anterior entrevista que hiciste con Sebas, hablabas de que los 80 eran tu zona de confort y veo que aquí tampoco has abandonado los 80. Pero ahora son unos 80 menos opacos, que tú decías, menos sintéticos, más escorados a un sonido tipo como el de Sade, más sedoso. No sé si la palabra sería “smooth”. ¿Esa era la idea que buscabas? ¿Tenías algún referente en la cabeza?
Sade es muy referente para mí siempre. ‘Love Is Stronger than Pride’ es de mis canciones favoritas de la vida. También es una canción sin batería, sin beat, que habla de lo profundo. ‘Ordinary Love’ también. Hay algo que me quedó dando vuelta en la cabeza de lo que dijiste, que también tiene Sade, esta cosa como… «lo divino del amor». O sea, el amor es conectarte también con lo más profundo de lo divino, por eso Sade es tan, yo creo, profunda y tan entregada. Y que hoy día la gente mira mal ser intenso, por ejemplo. No sé si pasa ahí en España, pero creo que sí.
Sí.
Como…»¡»Qué intensa, cachai»! Al final es ser intenso, ser emocional, no más. Amar también es algo como muy espiritual. La canción viene también de lo devocional, de lo devoto. Y creo que en este disco hay algo que toca Sade también, que es la devoción al amor. Que no tiene nada de malo por parte de nosotros, pero que se ha ido, en la era de hoy, bloqueando. Estamos bloqueados con las emociones profundas, porque es como: «no, ¡qué intensa! ¡Sal de aquí!».
«Siempre están ahí: la ultraderecha, el fascismo. Lo que pasa es que estaban como callados»
Aquí además lo utilizamos con cierto retintín, porque decimos intensito/intensita. ‘Entropía’, que es la canción final, es de las pocas que suben los BPM. ¿Es este desorden o caos una manera de encontrarse, de volver a empezar de nuevo?
Sí, me gustó ponerla como canción final. Creo que deja la pregunta abierta, como: ¿qué viene después? Quizás viene más electrónica de nuevo, no lo sabemos, porque yo miro el disco como un libro, un relato. Y sí, habla del caos. Me gustó mucho el concepto de entropía, que también está presente en la física y en la psicología. Y es loco, porque es que los sistemas tienden al caos: que un hielo se derrite que, bueno, nosotros no estamos más. Y este caos está presente en la cabeza de las personas y al final en nuestros propios caos terminamos organizándonos. Esto va hacia la expansión, va hacia la destrucción, es como decir: “bueno, eso somos nosotros también”. Y es también anhelando esa paz, esa calma, que es lo que nos hace ponerle la respuesta a la entropía.
Noto un cierto regreso a ‘Esquemas juveniles’, tu primer disco. ¿Es así o es una sensación nuestra, simplemente por haber rebajado esta parte más de beats, más de baile quizás?
Es que más joven yo me explayé mucho como baladista al piano: era yo anhelando a los Carpenters, a Carole King. Y en este disco volví a decir: yo amo estas canciones y las quiero hacer de nuevo. Estas son mis melodías, van a estar aquí presentes y las voy a volver a mostrar. Y no lo hacía desde ‘Esquemas juveniles’. Entonces claro que se emparenta con ‘Cámara lenta’, con ese tipo de canciones. También me muestro como la baladista que soy, que me encanta. Creo que quizás en un tiempo fui como: «yo hago beats, yo hago electro pop y listo. Estoy aquí y vamos a bailar». Pero ahora es como: «No. Quiero descansar un poquito de eso y volver a lo que hice en ‘Esquemas juveniles».
«Quería descansar un poquito de bailar y volver a lo que hice en ‘Esquemas juveniles»
Y después están las letras. Tendremos que hacer referencia a la realidad, me temo, pero un poco más adelante. Hay frases que a mí me han helado un poco la sangre. Por ejemplo, hay una frase que es poética en ‘Palacio de Hielo’, la primera canción, que dice: “Acuérdate, amor, el mundo está perdido”. ¿Cuánta verdad pones en esto? ¿Es simplemente un recurso literario o lo escribiste con sensación derrotista? A ver, el disco no suena derrotista, pero a mí este verso me ha golpeado un poco, quizás porque estoy un poco sensible también.
Sí, yo lo hice como desde una verdad. O sea, todos sabemos que el mundo está perdido totalmente y me da mucha pena, porque yo era muy optimista hace dos años. Creo que desde estos dos últimos años le pregunto a gente más joven o más mayor: «¿tú sentías esto antes o no?». Y es como: “No. Ahora lo estoy sintiendo más fuerte que antes”. No, no es algo cíclico. Como que lo que está pasando, las constantes, que ya la Tierra nos lo está diciendo, que está perdido como el clima, ¿cachai? Entonces ya es algo más heavy, ¿cachai? Es como una sensación, que lo está diciendo el planeta. Entonces: sí. Era algo como “protejámonos un poco del momento que se está viviendo”. Que no sé a dónde va a ir, pero lo veo bastante como el comienzo del fin. No sé si tú lo ves así.
Lo veo bastante así, sí. Ya te preguntamos en la entrevista anterior sobre el auge de la extrema derecha. Han pasado tres años y parece que aún estamos peor, porque ahora lo vemos sobre todo con el gobierno de Trump, esta regresión de los derechos, sobre todo los derechos LGTBIQ+ en Estados Unidos, especialmente en el colectivo trans. ¿Has pensado en cómo plantar cara a esto?
Creo que como lo he hecho siempre. Yo nací en dictadura, ¿cachai? En Chile. Hasta el año 90 estaba Pinochet aquí. Yo he vivido el fascismo en mí y soy, no sé si llamarlo hija, pero nací en un fascismo, y decir que soy lesbiana en una época que también estaba gobernando la derecha. Siempre están ahí: la ultraderecha, el fascismo. Lo que pasa es que estaban como callados. Pero sí, yo creo que tengo que seguir siendo igual. Mostrando un arte que habla del lesbianismo, del amor entre mujeres sin miedo, no más. Y seguir con la honestidad y la visibilidad, pero es lo único que puedo hacer. Porque (hay que) buscar nuevas maneras, estrategias de enfrentarse también a estas personas que son tan violentas, y no sé cómo. La estoy pensando, porque digo que el camino que ya hemos tomado como comunidad, a veces como que quizás genera más anticuerpos. Entonces como que se empieza a pensar «¿qué podemos hacer?». También para que estas personas que son tan odiosas, que tienen tanto odio, se den cuenta. Pero no se me ocurre qué. Estoy como pensándolo.
«Este disco es “protejámonos un poco del momento que se está viviendo”»
¿Y redes sociales sigues usando? Yo he dejado Twitter, pero estuve mirando y me parece que tampoco usas Twitter.
Me robaron el Twitter, me lo hackearon y me quedé sin Twitter. No sé si habrá sido a propósito, pero no pude recuperarlo. No me dejaron. Igual Twitter es una red social que no me gusta nada, como que hay mucho hate ahí, así que tampoco he puesto mucho énfasis en recuperarla.
Volviendo a las canciones, te leí en algún sitio, que a ti te gustaban antes las canciones de tres minutos y medio y ahora te gustan más las de dos minutos y medio. Y de hecho las canciones del disco en general son cortas, un estándar de tres minutos. La más larga es ‘Mar de coral’, que son tres minutos y 55 segundos. El resto son tres minutos. ¿Es tres minutos la medida perfecta para la canción pop para ti?
Sí. Ahora estoy escuchando mucha música de los 60 y los 50. En ese tiempo no había tanto sinte ni nada. Quería jugármela por que la canción hablase y se va, dice y se va. Esa es la canción que se hizo en los años 60, como de Diana Ross, de Julie London, de Brenda Lee. Esa es la canción perfecta. Después evolucionó, pero es como más progresiva. Pero la canción, así como canción, forma, estructura, para mí sí. De tres minutos.
‘Absurda’ es súper de los años 50. Tengo una pequeña duda, porque cuando cantas que la gata te mira con cara de “absurda”… ¿la gata pone cara absurda o piensa que la absurda eres tú?
La gata te mira como un poco… Es mi gata, la tengo aquí y ella siempre te mira como «pobre». Pobre de ti. Esa cara de gato, que te miran como «pobre ser humano». Un poco humillación también, pero graciosa. Una humillación graciosa, que los gatos son muy humilladores. Te hacen sentir humillada porque te dan la espalda, no te contestan, ¿cachai?
«Los gatos son muy humilladores»
‘Absurda’ va del dolor por el amor, de que da igual la edad que tengas. Eso es una constante siempre. Te vi hablando con otra mujer y ostras, ya me han roto el corazón otra vez. ¿No?
Porque siempre dicen «ahora que estás mayor no sufres por amor». ¡Mentira! Uno siempre sigue igual. Lo que te da la madurez es que te das cuenta de que eso va a pasar, pero no significa que no lo sientes. Y que es aburrido no sentirlo también. Y eso es lo que está pasando también un poco, que la gente se está retirando de ahí y pasan cosas como: «No, no. ¡Qué intensa! No, ¡yo no me enamoro!». Pero yo creo que eso es parte de la vida. Yo soy del team intenso, sí.
‘Esta ciudad’, “la ciudad que no tiene mar”. ¿Qué ciudad es? ¿Te refieres a Madrid?
Sí, me refiero totalmente. Es mi canción de Madrid.
¿Es una crítica a la deriva que está viviendo Madrid? Que últimamente es verdad que es una ciudad que parece cada vez más dura, que está más llena de turistas y en que todo cuesta más. Para mí Madrid siempre había sido una ciudad muy acogedora y, de un tiempo a esta parte tengo la sensación, no sé si a ti también te pasa, de que es más hostil, como que parece que te echa fuera. ¿Es esa la sensación que intentas transmitir con esta canción?
Sí, sí, es esta cosa de buscar continuidad, porque la gente está muy preocupada también del trabajo, de rendir y es como «bueno, a ver si nos continuamos viendo». Ahí va otra cosa de buscar vínculos, algo que pasa en las grandes ciudades. Como que Madrid de repente se transformó en un Nueva York en ese sentido, como muy caro, de todos desesperados buscando los espacios. Yo creo que habla de eso, de buscar un espacio, buscar profundidad dentro de una gran ciudad como Madrid. Sí, habla de sentirte desolado también dentro.
«Madrid de repente se transformó en Nueva York: muy caro y todos desesperados buscando los espacios»
¿Santiago Motorizado en ‘Mar de coral’ es la única colaboración que hay? Normalmente en tus discos colabora bastante gente, aparte de los de los productores.
Solo ha participado él, no hay nadie más, como que tenía planeado otra y no pasó. El disco quedó como que quizás hubiese agradecido otra más.
Sobre el paso del tiempo: ‘Esquemas Juveniles’ está a punto de cumplir 20 años. Tú empezaste antes, claro, pero ‘Esquemas Juveniles’ es tu primer álbum como como tal. ¿Te da vértigo o veinte años no es nada, como dice la canción?
Igual 20 años no es nada, cómo pasa de rápido, pero también obviamente es como ¡wow! Pero también me siento orgullosa de mí, de mi trayectoria. Y eso es bonito: he sido fiel a mí misma, siempre he hecho los discos que he querido y eso es muy lindo. Pero también me da vértigo, como “¡chucha!». Es un montón de tiempo, como dicen los argentinos. Es una mezcla de «me siento bien de haber hecho esta trayectoria», pero también vértigo y también «20 años no es nada.».. Es una mezcla de cosas, igual, una confusión.
Sobre la imagen del disco, hay dos cosas que me han llamado mucha atención, la primera quizás ya te habrá preguntado más gente, es la portada. Es muy bonita, me recuerda un poco (y a lo mejor el espíritu del disco también) al ‘Vespertine’ de Björk, ¿puede ser?
Me habían dicho, sí. Bueno, con Alejandro [Ros, el diseñador de la portada, ndr] somos fanáticos de Björk y esta cosa de las medusas también, que representan como la inmersión bajo el agua. Y sí, yo me parezco. Me han dicho que me parezco (risas). Pero creo que sí, somos fanáticos y obviamente ella es una referente.
La segunda es los videoclips. ¿Te lo pasaste bien rodándolos? El de ‘Volver a llorar’ es bonito. De vampiros clásicos, muy a la Hammer.
Sí, era como esas películas antiguas. Como ‘Nosferatu’, también. Mi sueño era ser vampira. O sea, yo soy muy fanática de Drácula, de lo que significa, de la simbología detrás. Y sí, me metí un montón. ‘Entropía’ la hice con David Domingo, que es un chico de ahí de Cataluña. Y también está el último [‘Mar de coral’] que fue debajo del agua. Fue muy desafiante, porque tuve que estar debajo del agua prácticamente sin respirar, con un buzo que me daba la bombona para respirar. Después seguíamos en la escena. Fue como poner todas mis herramientas espirituales de meditación como abajo, porque en cualquier momento subía y estropeaba todo. Estuvo de las experiencias más difíciles que me han tocado. Fue angustiante. Pero después me empecé a soltar y lo empecé a disfrutar mucho.
Precisamente te quería preguntar sobre la conexión de la mujer con la naturaleza, que tiene que ver con la pregunta que te había hecho al principio, porque es otro de tus temas recurrentes, como se ve en ‘Reina de la selva’.
Sí, está muy presente siempre en mi música. O sea, yo creo que las mujeres tenemos una superior conexión porque menstruamos, estamos conectadas con la Luna. Más allá de si crees o no, es una realidad, una verdad. Esta conexión está siempre presente en mi música y me gusta mostrarlo, como evidencia. Es muy bonito y me siento bendecida de haber nacido mujer también y de poder hacer música en un mundo tan masculino como el del arte. Así que también eso es parte del orgullo que siento de tener siete discos, de representar a una mujer como directora, como productora y también tener ese lado como del misticismo que tenemos las mujeres, de estar conectadas con la luz, con el ciclo lunar también, que no es menor.