Adéntrate en la madriguera de Feist y recuerda que nunca es tarde para una nueva primera vez (advertencia: cuidado con el sample de Mastodon, que muerde).
El nuevo disco de K-Dot se debate entre la influencia jazzística, el G-funk, el trap, el R&B y hasta el rock. Pero lo más llamativo de esta amalgama que fluye de lo experimental a lo comercial con enorme naturalidad es lo mucho que se aproxima al pop, o de ese concepto de lo popular que reina hoy en día, cada vez menos encorsetado y rígido.
Un disco sensiblemente más antipático y árido que su predecesor, pero exquisito desde el punto de vista formal y, también, en unas letras que confirman el singular estado de gracia de Josh Tillman.
Pese a lo que pudieran apuntar sus singles en el noveno álbum de los granadinos no hay, ni mucho menos, una renuncia al giro flamenco obrado hace una década, sino un paso más allá.