Mi supuesta mejora amiga se fue a estudiar fuera; cuando volvió, ni ella era la misma ni yo tampoco, y esos dias que pasamos juntos de reencuentro fueron de los más anodinos que he vivido. Y, sí, me da pena. Pena de ver cómo una persona a la que le has dedicado años segundo a segundo, por la que has dejado de hacer mil cosas y a cambio has hecho otras mil más, con las que tienes las anécdotas que serán, seguramente, las únicas que recuerde cuando sea viejo y me empieze a demenciar, llegando a ser prácticamente la única persona que ha llegado al punto de saber qué me pasaba con sólo mirarme, pena de ver cómo un trozo de tu vida se te escapa de las manos y se va escurriendo por el desagüe...