Del artículo anterior:
La mejor prueba del enorme éxito político de la acción del SAT es que ha desesperado a la derecha que ha tenido que sacar su artillería más chusca: “Cañamero es ETA”, “Esto es como si entran en tu casa a robar” “Carrefour da trabajo” son algunas de las sandeces que hemos tenido que escuchar. ¿Por qué? Porque el SAT ha puesto encima de la mesa que la expropiación, como acción política, es la máxima expresión de la democracia.
La acción del SAT ha respondido a las preguntas políticas fundamentales.
¿Qué es robar? Robar es lo que hacía el aparato de finanzas y tesorería del PP con Bárcenas a la cabeza; robar es lo que hacía Urdangarin; robar es lo que hacen los bancos desahuciando a las familias sin aceptar la dación en pago y con cláusulas abusivas; robar es lo que hacen las grandes fortunas y grandes empresas que defraudan a Hacienda (entre ellas Carrefour). Eso es robar.
¿Qué es expropiar? Expropiar no es quitarle a nadie su casa, su vehículo o el producto de su trabajo. Expropiar es, como escribía Jorge Moruno, resolver políticamente el robo que los ricos practican sobre los bienes comunes de la población (la educación, la sanidad, los derechos) mediante las privatizaciones, el fraude fiscal y la transferencia de las deudas de la banca a las familias. La expropiación es la devolución a la gente de lo que es de todos; la instauración de lo común como forma política. La expropiación, como movimiento democrático, es (ahora sí) la expresión del movimiento comunista, que no tiene nada que ver con la agitación de mitos ni con la adoración de santos, sino con la democracia radical que Marx definió como movimiento real que anula y supera el estado presente de las cosas.