"Fuegos artificiales". Sicilia, 1982. Mientras los hombres heterosexuales disfrutan con la Copa del Mundo de fútbol (con bien de clichés de costumbrismo italiano, mucho italiano), dos jóvenes adolescentes que se conocieron cuando chocaron sus motocicletas, encuentran el primer amor trabajando juntos lanzando fuegos artificiales de feria en feria o bañándose en un lago. Después de CMBYN o Ete 1985, este nuevo coming up age queer ochentero resulta de entrada previsible y sobado. Y algo previsible, sobado y bonito era lo que queríamos ver (de hecho la decisión de qué película poner estaba entre esta y, ejem, Hot Frosty). ¿Pero qué pasa? Que ver las películas sin informarse antes de qué van entraña sus riesgos. "Fuegos artificiales", aparte de la sensación constante de deja vú, me estaba resultando incómoda porque hace mucho hincapié y de forma explícita en el tema de la masculinidad tóxica y la homofobia. Y claro, es que se basa en un crimen homófobo horrible sucedido en Italia a principios de los 80, uno de esos crímenes de "honor" en los que la propia familia de uno de ellos estuvo implicada. La película no entra en desarrollar el crimen en sí sino el clima de odio e intolerancia que llevó a ese punto. Aunque sin duda estamos mejor que en Sicilia años 80, teniendo en cuenta que estos días se está celebrando el juicio por el crimen de Samuel, no puedo decir que esta película sea precisamente innecesaria. Pero sí puedo decir que yo ayer necesitaba haber visto otra cosa, algo más ligero y acorde a mis inquietudes intelectuales: Hot Frosty.