La última de Miyazaki.
Como siempre, preciosista en imágenes y deliciosa. Esta vez, sin elementos mágicos y mucho realismo, salvo el de los sueños del protagonista. Soporífera en su duración, mucho metraje para contar bien poco. Una historia de amor escondida en una historia de "avances" para la guerra.
Cuando el viento se levante, tocará vivir.
A mí me dejó frío el final, cuando me debió dejar mis lentillas en su punto más humectante.
Cuando el viento este acabe, tocará lamentar haber visto este souvenir de despedida. Quiero más Chihiros, Hawls y Mononokes!