La verdad es que me ha afectado mucho más de lo que pensé en las primeras horas. Os voy a contar como lo he vivido.
Era una tarde normal en la farmacia cuando de pronto empezamos a ver gente correr calle arriba, gritando y con caras de pánico. Cuando empezaron a entrar buscando refugio mi primera reacción fue meterme para dentro, pero en cuestión de segundos me di cuenta que la puerta la tenía que controlar yo. Fui corriendo al armario de luces donde están los interruptores de la persiana para bajarla. La gente me gritaba “¡Cierra, cierra!” y no entendía porque no se cerraba (tampoco podía oír el motor con el alboroto que había) hasta que me di cuenta que tenía que activarla primero, algo que hago instintivamente cada noche al cerrar pero que con el agobio se me olvidó. Una vez cerrada busqué a mis compañeros para intentar comprender qué estaba sucediendo y ver cómo íbamos a actuar. Dentro de la farmacia teníamos de todo: familias con niños llorando, turistas desubicados, un señor mayor ensangrentado, coreanas que pasando de todo querían comprar sus cremas… Mientras una compañera hacía la cura al señor, los demás intentábamos apaciguar a los que estaban más nerviosos y preguntábamos a quien se veía más entero que qué estaba pasando. Pasados unos minutos parecía que la cosa se había calmado y mirando fuera la gente volvía a andar normal, con lo que mucha gente quería salir fuera. Abrí la persiana hasta la mitad para permitir la salida a quien quisiera y fue cuando vi al hombre que estaba atendiendo cuando todo empezó fuera. Era un homeless en silla de ruedas que no había podido entrar por culpa de un pequeño peldaño que hay en la entrada. En ese momento me quise morir, aunque me calmé al notar su tranquilidad. Lo ayudé a entrar y seguí con él. Mientras estaba buscando los pañales que tenía en su receta, la gente en la calle empezó a volver a correr, otra vez caos, a lo que volví a ir a cerrar la persiana. Una familia de turistas de unas 10 personas, mitad dentro y mitad fuera, decidiendo si quedarse o salir, no me dejaban cerrar, a lo que mi compañera se puso muy nerviosa y les gritó que hicieran lo que hicieran tenían que hacerlo ya porque nosotros queríamos estar a salvo dentro con la gente que quisiera quedarse. No reaccionaban a lo que empecé a bajar la persiana, cosa que les hizo empezar a gritarme que abriera que se iban. OK, abrí un poco más y cuando salieron cerré. Mi compañera llamó a la policía para que nos dijeran qué debíamos hacer y le contestaron que dejáramos cerrado y no abriéramos a nadie hasta nuevo aviso.
Todo esto sucedió en el transcurso de unos 5-10 minutos, a partir de aquí nos pudimos dedicar a atender a la gente, intentar averiguar qué estaba sucediendo… Había un niño de 8 años llorando desconsolado gritándole a su madre cada vez que salía de la trastienda. Una turista de Ecuador nos preguntó si era algo habitual en Barcelona. Una pareja francesa con una calma ejemplar. El sintecho y el señor de la cura nos pidieron salir y les abrimos la puerta trasera. Un poco de todo, vaya.
Pasaron dos horas en las que pudimos enterarnos de lo que pasaba, pero no más que cualquier otra persona que estuviera en Madrid. Era desesperante estar tan cerca y recibir la información de una forma tan lejana: twitter, llamadas de familiares… Algunas de las informaciones que nos llegaban (y sobretodo vídeos) eran para matar al emisor. Hacia las 19:30 un policía local picó a la persiana y nos dio orden de abrir y desalojar. No pude ir hacia casa obviamente porque vivo justo donde la furgoneta paró. Cada uno buscó refugio donde pudo y fin por el día.
Llevo estos dos días en un estado zombie entre la pena, la rabia, a ratos indiferencia hacia todo, pensando que qué suerte haber estado tan "lejos" de donde sucedió.
Hasta que hoy después de cerrar, bajando las ramblas para casa, he visto que todo se ha convertido en una atracción turística más y me ha entrado una tremenda tristeza. Me parece bonito un acto de respeto, de reflexión, pero os juro que esto de las velas y la gente fotografiando da náuseas.
En fin, quería sacarlo de dentro y siento el tocho y la redacción torpe, pero así es como está mi cabeza. Muchas gracias a los que os acordasteis de mi en ese momento