Pregunta: Generalmente se pone el acento en el aspecto ético de estas obras, en la medida en que estarías reproduciendo mecanismos del capitalismo, recreando situaciones de poder y por lo tanto “explotando” a los remunerados, pero me gustaría detenerme en la relación particular que estas situaciones guardan con la realidad. En obras como Línea de 250 cm tatuada sobre 6 personas remuneradas que hiciste en La Habana en 1999, o en Línea de 160 cm tatuada sobre 4 personas, en Salamanca en 2000, no documentás una situación sino que la creás. ¿Cómo la definirías? ¿Es un ready-made social? El hecho de que sucedan en un espacio de arte ¿las transforma, les da otra visibilidad? ¿La relación es de literalidad, de metonimia? ¿O lo que importa, pensando en la formulación conceptual que les das a las obras, es la historia, el relato de la acción que se resume en el título?
Respuesta: En principio, estas piezas no están hechas en vivo. Si viéramos a estas personas aquí y las tatuáramos delante del público, eso tendría otro sentido. Sería una situación muy elevada al cubo, lo que no está mal como idea, pero no es eso. De cualquier manera, creo que hablé de las víctimas durante bastante tiempo, regodeándome también, porque yo me había escapado de ser una de esas víctimas, había conseguido no ser un trabajador y ganar dinero con mi trabajo. Aunque en esta época todavía no: estaba reflejando mi propio mundo de carencia. Lo conocía bien y quería mostrar cómo era. Ahora estoy en otra etapa, un poco como en esa típica escena de Laurel y Hardy, en la que el Flaco le va tirando pasteles y el otro lo deja, tamborilea con los dedos sobre la mesa para cargarse de razón y luego contraatacar al Flaco. Creo que haciendo estas obras ya he tamborileado demasiado. Ha sido insistir sobre lo mismo, una y otra vez, algo que me parecía muy necesario: llevar al mundo del arte lo que no quiere ser visto. El público del mundo del arte es gente muy preparada, normalmente de clase alta. Entonces, se trataba de jugar con ellos para someterlos a una situación de confrontación. Yo llegué con esa idea muy punk, riéndome cada vez que veía las malas caras, diciéndome: “Lo conseguí”. Pero ahora, después de haber dicho que no, estoy más en la etapa de ir por los culpables.