Ah, pues yo a Roma no he ido, pero a Lourdes, sí. Con las amas de casa hicimos un viaje que salimos de madrugada un martes, y llegamos casi a la hora de comer al santuario. Yo tenía la espalda hecha un ocho, y las varices hinchadas como mangueras, que se me pusieron los tobillos que parecían tormos. Porque mi problema ha sido siempre la circulación. Y los nervios, claro, que siempre me agarran a la cabeza y al estómago y son más las noches que no duermo que las que cierro los ojos un ratín. Pero hay que tirar para adelante, que si nos paramos, nos caemos. Y aunque bastante hay con bregar cada día con la familia y la casa, que dan ganas un día de mandarlo todo a tomar viento.
Lo que vi yo es que mucho santuario, mucha gente tullida y cumpliendo promesas, pero el arreglo de flores que tenían allí, daba pena. Que para tragarse medio día de viaje, qué menos que al llegar esté aquello que dé gloria y no coraje verlo. Que la virgen del carmen que tenemos en la parroquia de mi pueblo siempre está lustrosa y da gusto verla, que le ponen unos arriates de claveles que da gloria verlos. Digo yo que como son franceses, pues que será eso, que los franceses ya se sabe.
Yo estoy por dejar el teléfono y que ya me llamen otro día, eh, que tengo los tobillos ahora mismo a pique de matarme.