El aburrimiento de las noches de viernes de casi invierno:
- El ir a cenar a un sitio nuevo y elegante y que te coloquen en una mesita ridícula en medio de todo el local y que te vea la gente comer desde todos los ángulos de la calle. Que el sitio nuevo vaya de restaurante chic, con más camareros robaplatos usados que espacio y no tengan platos medianos, te sirvan una de las comidas quemadas y con el tiramisu del postre te entre ganas de vomitar. Mi compañera y yo comentamos que "el del Aldi o del Lidl está mucho más rico" y " ¡cuanto daño ha hecho másterchef en nuestras vidas!" (por lo críticos que nos hemos vuelto). Así que no volveremos más y al sitio le echamos año y medio de vida (aquí la gente es muy novelera y tras la fiebre inicial no irá ni el tato).
- Luego nos vamos de copas a un bareto con concierto y a mí me empieza a doler la cabeza de tanto madrugón que llevo encima. Así que nos vamos a otro, poblado de abuelas sauces y puretas del Caribe todos sentados. Allí, la miro y digo: "qué mal estoy envejeciendo, cari, qué aburrido me he vuelto, con lo que yo amaba los viernes... "
Conclusión: vaya viernes de mierda. Y menos mal que me libré de llevar a mí madre y mis tías a Sevilla para ver el féretro pasar de la Duquesa (cuando Rocío Jurado ya me tocó).
Perdón por la rasilla