Además hay casos muy sangrantes en lo que a saber apreciar el verdadero valor ecológico de un entorno forestal se refiere.
En la costa de Huelva hay miles de hectáreas de pinar, de interés ecológico, cierto, y hoy muy protegido. Pero que no dejan de ser en su inmensa mayoría repoblaciones del XIX y primera mitad del XX.
Mientras tanto, se han seguido cargando la mayor parte de la dehesa (alcornocales especialmente) y del matorral mediterráneo autóctono del tercio litoral, que se han sustituido por agricultura pura y dura (e invernaderos); y en el Andévalo las plantaciones de eucalipto y pinaster lo han llenado todo. Por supuesto en este caso el gran impulsor fue la deforestación por la minería (hasta el siglo XX la extracción del mineral se hacía mediante teleras, hogueras onde se quemaba el mineral en bruto) y el abandono rural que dejó vacíos amplios espacios de dehesas (la crisis de la peste porcina aquí fue demoledora).
A la dehesa y el matorral apenas se le ha prestado atención porque al pinar y al eucaliptal sí se le sacaba aprovechamiento (rápido) y ocupaban sobre todo zonas de arenas o pizarras que no valían para mucho más, mientras la dehesa y las zonas de matorral muchas veces eran suelos que si se pudieron usar para la agricultura.