Acabo de venir de Bruselas en tren y casi me da algo.
Estábamos ya acasi llegando cuando de repente se han oído unos gritos, se han apagado las luces y se ha parado el tren en seco. Yo, que iba con los cascos, no le he dado demasiada importancia, pero, cuando empecé a mirar al rededor, la gente parecía algo alterada y mirando hacia todos los lados y comentando en voz baja, me puse un poco nervioso.
A los 5 minutos se levantaron dos chicos árabes y fueron al vagón de donde venían los gritos. Y claro, ya la cara de la gente era un poema: se podía oler la tensión y el miedo. Para la colmo, a la alemana rubita y con pecas de enfrente no se le ocurre otra cosa que coger la cruz de su colgante y empezar a rezar en bajito. Y yo que soy un aprensivo de mierda, cagado perdido, que me veía ya saltando por los aires en medio del Benelux vamos. Cuando cogí el móvil para escribir en el grupo de mi familia de whatsapp para escribirles lo mucho que les quiero, el tren se puso ya en marcha y volvieron los dos chicos árabes a sus respectivos asientos.
Por megafonía nos digeron que fue culpa de un borracho que tiró de la palanca de emergencia.
Me siento fatal por los pobres chicos...