@lagarterana
(…), y si el señorito se tropezaba con él y le preguntaba,
… ¿qué te ocurre, hombre de Dios?,
Azarías la misma,
… ando con la perezosa, que yo digo, señorito, sin inmutarse, encamado
en la torvizca o al amparo del madroño, inmóvil, replegado sobre sí mismo, los muslos en el vientre, los codos en el pecho, mascando salivilla o rutando suavemente, como un cachorro ávido de mamar, mirando fijamente la línea azul-verdosa de la sierra recortada contra el cielo, y los chozos redondos de los pastores y el Cerro de las corvas (del otro lado del cual estaba Portugal) y los canchales agazapados como tortugas gigantes, y el vuelo chillón y estirado de las grullas camino del pantano, y las merinas merodeando con sus crías (…)