No sé si alguien ha sacado el tema ya, pero habrÃa que reivindicar a la celebérrima Enriqueta MartÃ, más conocida como la Vampira de Barcelona.
Secuestradora, asesina y proxeneta de niños en la Barcelona de principios del siglo XX.
El hombre del saco, antaño protagonista de numerosas pesadillas infantiles, tiene su versión barcelonesa: Enriqueta MartÃ, una de las criminales más cruentas de la historia de la ciudad. Secuestradora, proxeneta, pederasta y asesina de menores, son algunas de las acusaciones que pesan sobre ella. Pero a diferencia del hombre del saco, en este caso el personaje existió y sembró durante años el horror entre los vecinos del barrio del Raval, los cuales la bautizaron como âLa vampira del carrer Ponentâ.
Enriqueta Martà decidió dedicarse a la prostitución antes de cumplir los 20 años, después de hacer de criada en algunas casas bien. SolÃa dejarse ver por la Puerta de Santa Madrona. El único periodista vivo que entrevistó a diversas personas que la conocieron de primera mano, Sebastià DâArbó, la describe como una persona âagraciada, de voz dulce, fascinadora, parecida a una hechiceraâ.
Pese a su oficio, decidió casarse con un pintor, Juan Pujaló. La relación duró diez años, durante los cuales se separaron en diversas ocasiones. La última, un lustro antes de que se descubriera la verdadera naturaleza de MartÃ, a la que el contexto social de la época ayudó a perpetrar sus crÃmenes. âBarcelona estaba llena de niños pidiendo, era un caldo de cultivo para Enriqueta Martà y su gran negocio: la venta, principalmente, de sangre", explica Fernando Gómez, autor de El misterio de la calle Poniente, novela basada en los hechos acaecidos el 27 de febrero de 1912, recogidos en La Vanguardia.
En aquella época todavÃa no se habÃa descubierto la penicilina, y la tuberculosis aumentaba de manera alarmante entre la población. ExistÃa la creencia que la sangre servÃa para combatir esta y otras enfermedades, como la anemia. Y es por este motivo que, según Gómez, la venta de sangre, "posiblemente de niñosâ, circulaba por toda la ciudad. "Enriqueta Martà no creó nada, simplemente vio negocioâ. Tres años antes habÃan salido a la luz los famosos crÃmenes de Gádor, en los que un niño fue sacrificado para vender la sangre al rico del pueblo que padecÃa tuberculosis.
Cómo Enriqueta Martà pudo cometer sus crÃmenes
En estos menesteres parece ser que también andaba la vampira del Raval. Apenas tres años después de la Semana Trágica, los rumores sobre la desaparición de niños y niñas en Barcelona empezó a coger fuerza y fue extendiéndose por calles y plazas. El gobernador civil de entonces, Portela Valladares, trató de convencer a los vecinos que el rumor era completamente falso, pero llegó un dÃa en que la verdad se impuso: el 10 de febrero Teresita Guitart desapareció de la calle de San Vicente mientras su madre se habÃa distraÃdo charlando con una vecina. âEn aquel momento apareció Enriqueta y le dijo: â¿Quieres un caramelo?â, y acto seguido le puso un pañuelo con olor a una planta somnÃfera, la atontó, lo suficiente para taparla con una capa y hacerla desaparecer por un callejónâ, relata DâArbó.
Los crÃmenes de Enriqueta Martà sucedieron en un ambiente miserable. En la plaça del Padró confluÃan muchas callejuelas, era el lugar donde los niños del vecindario solÃan jugar. Cuando anochecÃa, y al no haber todavÃa luz eléctrica, la plaza se convertÃa en un sitio idóneo para que la vampira cometiera sus secuestros. Enriqueta trasladó a Teresita a su casa. Allà habÃa otra niña, Angelina â se la robó a su cuñada en el parto-. Se pasaban el dÃa encerradas en una habitación, una prisión de donde no podÃan salir. Pero en una ocasión, en que la vampira se ausentó, Teresita consiguió escapar y asomarse por una ventana.
El secuestro de la pequeña corrió como una pólvora por toda la ciudad. Todos los esfuerzos policiales hubieran resultado nulos, como casi siempre, si no hubiera sido por una vecina curiosa: Claudina ElÃas, que un buen dÃa se fijó en la cara de una niña que la miraba a través de un ventanuco. A pesar de que la pequeña llevaba la cabeza rapada, la reconoció: era Teresita Guitart. La noticia llegó a oÃdos de un colchonero que tenÃa la tienda en la misma calle de Poniente âactualmente, JoaquÃn Costa- y este se lo hizo saber al municipal José Asens, quien se lo comunicó a su jefe, el brigada Ribot.
El descubrimiento movilizó la búsqueda de la policÃa, que consiguió entrar en la casa de Enriqueta Martà con la excusa de que los vecinos la habÃan denunciado por tener gallinas en casa. El brigada Ribot entró en el domicilio y encontró a la pequeña. â¿Cómo te llamas guapa?â, le dijo, y la niña respondió: âFelicidadâ. â¿No te llamas Teresita?â, insistió, âAquà me llaman Felicidadâ, afirmó la secuestrada. A partir de ese momento se procedió a detener a Enriqueta Martà y se destaparon sus atrocidades, las cuales salpicaban a importantes burgueses catalanes que podrÃan haber sido sus clientes habituales. Pero, como suele suceder en estos casos, se consiguió echar tierra al asunto. Enriqueta fue linchada por otras presas en la cárcel. Dicen las malas lenguas que su muerte fue premeditada para evitar que declarase en el juicio.
FUENTE: La Vanguardia