Qué vuelva Acorralados a Asturias. Eso fue lo más grande. Íbamos de todas partes a verlos, como si fuese un zoo: unos gritaban improperios, otros tiraban comida (no siempre en buen estado), alguno echaba una meadilla y yo le lancé a Barbara Rey una boa.
PD: tuve que atarla a una piedra.