Le he dado dos escuchas íntegras esta tarde.
Al final, la sensación es que Beyoncé debió acabar muy, muy harta de las canciones de radiofórmula tipo Sweet Dreams, Halo o Radio.
Porque desde el 4 -y con contadas excepciones- se ha dedicado a romper estructuras y convencionalismos pop, para bien y para mal. Y la cosa ha ido a más con los años, un poco en paralelo a su creciente definición política.
Está claro que no busca hits pop accesibles, porque en Renaissance de eso no hay. Tampoco es un disco de evasión. Para mí toma el relevo de Lemonade, tanto en sonido como en melodía y letras.
La verdad es que aunque el disco está bien, pienso que las bolas de discoteca, la estética Labelle y Boney M, y el espíritu Studio54 no proceden.