Me ha gustado mucho dedicarle a este disco unos cuantos días para poder disfrutar de las canciones como merecen, sin una escucha atropellada sino más bien reposada y totalmente activa. Y lo que he encontrado en este disco ha sido un puto viaje. Los tres primeros temas me parecen una obra maestra, tuve escalofríos la primera vez que escuché I'm That Girl y me sigue volviendo loco tras mil escuchas. Esta, junto a COZY y Alien Superstar ya están entre lo mejor que ha hecho nunca Queen Be. Tres temas bailables que suenan arriesgados y futuristas en su aproximación a la música house y a la cultura ballroom. A partir de aquí nos movemos por otros géneros musicales, como el disco, el funk, el dembow, el R&B o incluso el gospel, pero siempre con la misma motivación: el disfrute y la autoafirmación. Si bien es cierto que no en todos los temas del disco existe la misma voluntad revolucionaria (algunos de los temas beben de la Beyoncé de Blow, Get Me Bodied o Don't Jealous Me) en cada uno de los temas sí consigue reinterpretar y llevar a su terreno la música de baile de los últimos cincuenta años de diversas maneras. CUFF IT es una auténtica fiesta, BREAK MY SOUL crece enteros en la secuencia del disco, VIRGO'S GROOVE es una joya funky setentera y HEATED no permite dejar los pies quietos, sobretodo en ese final con una Beyoncé amarrada a un megáfono gritando tens across de board. Llegados al final, la última cara del segundo vinilo vuelve a emocionarme de forma especial de la misma forma que me ha pasado con la primera cara del primero. Y es que a partir de THICKE todo vuelve a ser una locura. Este tema huele a sexo desde aquí y me deja cachondísimo; ALL UP IN YOUR MIND sigue la senda de la artista en su versión más sucia, que tan bien le sienta, y PURE/HONEY, con esa producción industrial, nos presenta a otra Beyoncé que no conocíamos, y es que las sorpresas no paran a lo largo de todo el disco.
¿Mi conclusión? Beyoncé no va a dejar de ser la reina del show business mientras sienta esta pasión desmedida por la música y por sus orígenes. En veinte años hemos pasado de tener una increíble diva algo obsesionada con los números a tener un icono que dedica años de esfuerzo y estudio para presentar una obra completa, repleta de referencias y que la alejan de cualquier otra figura de la música actual. Como he leído por ahí, Beyonce ya no es solo una cantante, es un art curator que, con todas las herramientas a su alcance, escoge las piezas que mejor le encajan para presentar un trabajo que ahora mismo está a la altura del de muy pocos. Renaissance es un álbum complejo que de la misma manera permite la locura y la evasión que el aprendizaje histórico de razas y colectivos que durante mucho tiempo han estado apartados. Ha llegado el momento de colocarnos en el centro.