Yo creo que es algo heredado de generaciones anteriores. Este amor a la estabilidad ( que oye, tampoco es algo malo) y la supuesta felicidad que te da tener las cosas bien atadas, tu vida encarrilada, un trabajo que odias pero que te permite ahorrar, tener tu plan de pensiones y tres semanas de vacaciones que cuando se acaban te producen una depresión al volver a la "realidad". Todo muy normal, vamos.