Qué va, yo estudiaba genial. Siempre había sitio, podía desentenderme de las cosas y volver al rato porque sabía que iban seguir estando allí y no había gente maleducada que te incordiase.
Además cuando te cansabas te podías desde echar una siesta en los sofás hasta meterte a cualquier actividad que hubiese en el salón de actos ese día, pasando por irte de cañas en su restaurante y acabar como las grecas. Todo sin moverte del mismo edificio.