La anécdota REAL de la encuestadora me pasó hace relativamente poco. Yo tenía 31 años y una mujer con una tablet me paró por la calle en Barcelona para una encuesta.
Me hizo tres o cuatro preguntas y cuando llegó a la cuestión de la edad y yo, por primera y última vez en mi vida, dije la verdad sin mentir (31, que era lo que tenía entonces), ella me contestó que no podía hacerme la encuesta porque se había confundido, que pensaba que yo estaba en otra franja de edad, y me enseñó en la tablet la franja "De 18 a 24".
En defensa de la mujer, he de aclarar que yo entonces no llevaba barba.
Ni qué decir que esa anécdota la conté aquel año en repetidas ocasiones, hasta que mis amigos se tapaban los oídos gritando o fingían perforarse los tímpanos con un bolígrafo.
Ya han pasado algunos meses desde mi encuentro con aquella encuestadora y fijaos que aún la cuento de cuando en cuando.
Pero sólo porque me tiráis de la lengua.