sebas No sorprende, porque sabemos que las comparaciones venden. Pero, ¿de verdad aportan algo? ¿No cansa seguir enfrentando a artistas que no comparten ni estética, ni discurso, ni momento histórico? Gaga no es Madonna, ni lo pretende. Tampoco es Beyoncé, ni Taylor Swift
Llama la atención cómo te esfuerzas en resaltar cifras, audiencias televisivas, cambios de vestuario o la supuesta falta de sorpresas del show. Pero en el fondo, lo que parece incomodarte (aunque no lo digas) es que el espectáculo funcionó sin necesidad de invitados. Y que aun así logró emocionar y movilizar a millones
También hay un deje de condescendencia cuando mencionas los clichés de autoayuda leídos por un fan brasileño en el escenario, como si el vínculo emocional entre artista y público fuera un recurso menor. Como si el pop no viviera también de eso. Quizá el problema no es el mensaje, sino cómo lo decides leer
Sebas, con cariño, no hace falta disfrazar de análisis cultural lo que parece más bien un pequeño reproche camuflado. Gaga no te da titulares nuevos, y entonces decides mirar hacia el lado que sí los da: la comparación fácil, el contraste predecible, la ironía editorial
Pero tal vez el gesto más interesante sea simplemente dejar de medir a unas artistas con la vara de otras. Quizá ahí empieza una crítica musical un poco más libre, un poco más honesta