Una amiga se llevó a un maromo a casa. Del pedo que llevábamos, ni corta ni perezosa, se lo tiró delante mía, estando yo en la cama de al lado haciéndome el dormido. Lo peor vino a la mañana siguiente cuando nos levantamos: el tipo nos había robado mi cartera, la de mi amiga y su móvil. Desde entonces la anécdota es conocida como la del "chorizo a domicilio"