Me encanta cuando por casualidad llego al facebook o instagram de alguno de mis enemigos maricas del barrio, de esos que nos llevamos cruzándonos todos los dias y mirándonos mal desde el año 2003 mas o menos, y lo tienen abierto y puedo ver lo gilipollas que son y las fotos en las que salen fatal y que suben sus amigos. Me acuerdo entonces de que yo lo tengo todo privado al máximo y me entra la risa floja. Es un pequeño placer culpable.