VERANO EN LA CIUDAD
Estas postales de atardeceres con la cara de la reina impresa
han ido desapareciendo sigilosamente de los estantes mohosos, mientras
garabateábamos TE ECHO DE MENOS ES HORRIBLE en el dorso
sin saber adónde enviarlas. O eso me gusta pensar.
Aunque quizá hay otros cuyas rodillas se doblan en los autobuses
cuando giran en Catford, a veces, cuando la Loca del Autobús, una
celebridad local, gira la cabeza para aullarnos Amazing Grace,
a nosotros, ganado ruidoso. Debe de haber otros que perciban
las mesas de café desvencijadas por la lluvia y los lugares aislados en los parques
donde falta alguien, que camina por una plaza recordando
el equivalente a esa estructura en Lego. Por cierto, la mujer que vimos
vestida de seda blanca y negra con la tristeza pintada
sigue allí, sollozando en la esquina como si todos los huesos
se le estuvieran rompiendo, un sombrero a sus pies brilla
con monedas de una libra. Adondequiera que vaya oigo música de trompetas.
Annie Katchinska (trad. Emily Roberts)
EL CORRIMIENTO DE LA BOCA
hacia las cuatro de la mañana
contemplo
el corrimiento de la boca
se cierra la casa
tras el último
bostezante golpe de viento
delgados labios como párpados
por contra abre su garganta
el cielo: un azul celeste
cerca del paladar
sobre oscuros y tensos
arcos de lengua de los bosques
desde la boca húmeda
se origina la lluvia un largo
constante aliento: como sobre
los cilios del durmiente
hablando para sí
Uljana Wolf (trad. Vladimir García Morales)
PEZ
Nuestro plato favorito requería cierta preparación. Mi abuela abría el pescado en
vertical, leyendo mi futuro.
Sobre la superficie herida distribuía su relleno, con cuidado: las marcas de la muerte no
deben infectarse.
Mientras, ella me hablaba. Yo aún era pequeña; había vuelto del colegio, preguntaba
qué había de almorzar, relamía mis gracias y decía:
peces como los del verano. Por entonces hacía frío. Y al terminar de comer nos sentábamos
juntas, veíamos la televisión juntas, respirábamos juntas cada tarde.
Vivir era costumbre de las dos,
y en verano me enfadaba al verla caminar
orilla arriba
orilla abajo:
yo me enfadaba porque temía perderla en una ola, o que se resfriase, o simplemente
estar lejos de ella unos minutos.
Al volver, me sentaba en su hamaca y me ayudaba a limpiarme la arena de los pies, a
buscar mis ceras en la bolsa, a despegarme la sal y las legañas.
El invierno es, ahora, amable en esta casa. Al entrar he querido encontrarte tranquila,
repitiendo tus historias, sonriendo al recordar los buenos tiempos, como
siempre, siguiendo las costumbres de mi infancia.
Pero ahora no estás. Las dos ya no vivimos, y el frío me agarra por la espalda y me
golpea, recuerda tantas cosas que vuelvo a tener miedo,
y mis ojos
resbalan en mis manos
húmedos
como el pez del invierno.
Elena Medel (en Tara)
ELEGÍA DESDE EL SILENCIO QUE QUEDA EN EL CAMPO DE BATALLA UNA VEZ TROYA-MI-CORAZÓN QUEDA DEVASTADA
Ahora dime, pequeña Helena de vainilla,
inmigrante ilegal,
sufrida inmigrante ilegal sin identidad -sólo fuerza-
sufrida inmigrante ilegal que, para integrarse
en la sociedad de las secretarias respetables y estudiosas
del máster más humilde es Estados Unidos
(por las noches
cuando no hay amantes que exprimir ni fruta fresca)
vestía trajes
grises con camisas plenamente rosas
(llorabas: cómo llorabas por el desarraigo, cómo yo lloraba,
cómo hilabas la novela con la boca!);
pequeña Helena, sin padre, con acento todavía,
a estas alturas del exilio, a estas alturas, Helena,
con la madre loca y los hermanos lejanos
en alguna miserable isla del Caribe, pobre y visceral
como las ratas,
sufrida Helena devastadora en la batalla
con los hombres en las camas (turcos, rusos, italianos);
ahora dime,
pequeña Helena mística y brutal,
que todo lo cazabas moviendo rítmicamente el dedo índice,
sufrida Helena pequeña huérfana marginada y bulímica,
la única, la verdadera,
la más querida,
dime
¿dónde y a qué temperatura exactamente
olvidamos que nos habíamos encontrado,
y menospreciamos el milagro, permitiéndole desdibujarse?
Berta García Faet (en Introducción a Todo)
Y leed con calma a Chantal Maillard. Se aprende tanto de ella.