Paja mental de un robyner honeymaker
Cualquier actividad artística es un camino. Y jamás es una linea recta. Por ejemplo, ¿por qué, después de un macro éxito (Music-Madonna, Charli-Brat, Robyn-Body talk) muchas artistas necesitan alejarse, casi con urgencia, de lo que acaban de hacer? Robyn habla de "claustrofobia", Charli habla de "sentir rechazo", refiriéndose a sus éxitos anteriores. Una razón puede ser el agobio que uno siente cuando unánimamente se valora "sólo" un trabajo de una carrera, es decir, sólo una faceta del carácter de una persona. ¿Qué hago con todas las partes de mí, de mi carrera, que quedan en segundo plano? Soy TODA YO la que quiero ser aplaudida, no sólo Dancing on my own, no sólo Guess, no sólo Vogue. La persona se resiste a veces a que la obliguen a repetirse. Sobre todo cuando el éxito dulce se convierte en una amarga prisión.
Robyn no se repite. Robyn "ha decidido" recuperar una composición que tiene más de una década. Es un gesto importante, porque es un gesto deliberado de Robyn que nos indica en qué punto de su carrera está. En Honey aprendió a sumergirse en otros estilos para poder respirar. En Dopamine se sirve de una melodía antigua para revelar que está en otra fase. ¿Ha vuelto a sí misma? Pero claro, ¿qué es ser tú mismo? Bandas como Swans de Michael Gira se regodean en el mismo acorde durante 30 minutos. En Dopamine nos regodeamos durante 3 minutos en una dosis constante de droga. Y esa droga, ¿para qué sirve? Para ocultar la posibilidad de que está sola, de que tiene miedo de sentirse sola. (2:45-3:00).
¿Eso es Dancing on my own? No, Dancing on my own es un grito desesperado hacia otra persona. Ella está enamorada y la destruye que el amor no sea recíproco. Aquí tenemos a Robyn hablando consigo misma, dudando, ocultándose información a sí misma. Obviamente, el tema no pide una producción grandilocuente como Time Machine o Do it again, y no pide la euforia de Call your girlfriend. Aquí no hay victorias o derrotas, sino una cotidianidad que es tensa, pide dopamine a todo rato, para ocultar esos sentimientos que no queremos reconocer. Por eso el clímax melódico, el cambio de tono, es tan revelador. Ni con toda la droga del mundo puedes ocultarte tus sentimientos a ti misma. Y eso Robyn lo descubre, como quien dice, mientras se prepara la tercera taza de café del día.
Es un descubrimiento pequeño, es una revelación cotidiana. No hay drama, porque Robyn se ha hecho mayor. Pero sí hay tensión, sí hay bucle, sí hay represión, y aun así la verdad se escapa, se escabulle, vence todas las barreras. Es Robyn afirmándose a sí misma, incluso cuando no lo soporta.
Si eso no es arte de envergadura, no sé qué puede serlo.