En 2011, Miren Iza anunció que Tulsa se tomaba un «largo descanso», porque se iba a vivir a Nueva York. Afortunadamente, su ausencia no se ha dilatado demasiado. En 2013 ya editó el EP ‘Ignonauta‘, banda sonora del corto del mismo título, cuyas tres magníficas canciones resultaban ser una prolongación natural de ‘Espera la pálida‘. Sin embargo, ‘La calma chicha’ discurre por otros derroteros. Con coartada también cinematográfica, ya que el disco surge a la par que el film de Jonás Trueba ‘Los exiliados románticos’ (del que se encargan de la banda sonora), cambian los habituales ropajes de su música.
Su querencia por la americana y el country-rock de factura clásica basado en las guitarras se ha trocado en un pop electrónico confesional y vaporoso, que puede llegar a recordar ligeramente a La Bien Querida e incluso a la Javiera Mena más otoñal. En paralelo a este cambio de textura, la temática habitual de Miren también ha sufrido una cierta metamorfosis. Si su obra anterior estaba vertebrada en torno al deseo y el despecho, a los que se sumaba la vaga sensación de catástrofe inminente en ‘Espera la pálida’, ‘La calma chicha’, aunque no es un álbum tan plácido como el título pueda dar a entender, sí que dulcifica su contenido. El deseo sigue siendo una constante, pero en su faz más melancólica y anhelante, regado por un leve costumbrismo fantasmagórico: la inicial ‘Leña’ arranca de manera inquietante, pero acaba como un intenso lamento amoroso; ‘Oda al amor efímero‘ es una hermosa rendición ante el hombre amado, pese a que el idilio no prometa durar más que un suspiro; ‘Los amantes del puente’ suena a balada de los años cincuenta intoxicada… como si el objeto de deseo continuara siendo el mismo que en obras anteriores, pero hubiera cambiado su actitud hacia él. De la furia y el arañazo ha pasado a la añoranza y a una ternura algo condescendiente y resignada que acaba enmascarando los reproches. «Ay, llevo años escribiendo la misma canción / ay, con el único fin de saber algo más de ti», recita de manera burlona y una pizca fatigada en ‘Ay’. De este ambiente general escapan ‘En tu corazón sólo hay sitio en los suburbios‘, contundente e intensa andanada, que recupera a la Miren despechada y convulsa; ‘El bosque’, dúo con Ricardo Lezón de McEnroe, donde asoma el desasosiego; y ‘Gente común’, sucesión de imágenes oníricas con trasfondo reivindicativo.
‘La calma chicha’ muestra a una Miren algo más reposada y atemperada; aun así, puedes notar que sus garras, escondidas, siguen en guardia y preparadas. Se le puede reprochar algunas rimas un tanto desconcertantes («si apareces / ahora mismo entre los peces» en «Oda») y cierta tacañería compositiva (el disco sólo tiene nueve canciones), pero su regreso es una alegría. Etérea, taciturna y melancólica, pero alegría.