4 razones para ver ‘The Beatles: Eight Days a Week’ y 1 para abuchearla

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4 razones para ver ‘The Beatles: Eight Days a Week’ y 1 para abuchearla

beatlesSostiene Ian Svenonius en ‘Estrategias sobrenaturales para montar un grupo de rock‘ que gran parte de los estadounidenses aceptaron su propia música -el rock and roll creado por negros, pandilleros y paletos del Sur- cuando les llegó reformulada, aseada y legitimizada por los «refinados» ingleses, por los Beatles. Cuando la clase media se vio libre de los prejuicios raciales y de clase que les impedían disfrutar de ese estilo musical, lo abrazó a grito pelado: había nacido la beatlemanía.

Por eso no es de extrañar que, como antes hizo Martin Scorsese con ‘George Harrison: Living in the Material World’ (2011), sea un director tan americano como Ron Howard, nacido en Oklahoma, quien haya colocado un documental sobre los cuatro chicos de Liverpool en los cines de todo el mundo. ¿Merece la pena ‘The Beatles: Eight Days a Week’? Te damos cuatro razones para el sí y una para el no:

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1. Las imágenes. En cuanto al contenido audiovisual, el documental es una maravilla. Completísimo. Grabaciones en super 8 filmadas por los fans en los conciertos, descartes de un documental sobre la primera gira americana (‘What’s happening! The Beatles in the USA’), imágenes de las giras de 1964 y 1965 filmadas por Larry Kane, el periodista que les acompañó… Todas restauradas y montadas con gran habilidad, sentido del ritmo y capacidad para generar admiración por el grupo y cercanía.

2. Los testimonios. El documental no tiene un narrador omnisciente que va explicando las imágenes sino que está articulado por medio de diversos testimonios. Los más destacados son los de Paul McCartney y Ringo Starr (George Harrison solo aparece lógicamente en imágenes de archivo y se le echa de menos), pero los más jugosos y emotivos son los de Elvis Costello y los de dos de sus «groupies»: Sigourney Weaver y Whoopi Goldberg.

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3. El concierto. Al final del documental se puede ver media hora de la actuación que en 1965 dieron los Beatles en el Shea Stadium de Nueva York ante más de 55.000 espectadores, todo un hito en la época. Una filmación que se puede ver por primera vez en cine (se rodó en 35 mm con catorce cámaras) y, sobre todo, escuchar, ya que, hasta la restauración del audio, los gritos de las fans eran tan ensordecedores que apenas dejaban oír las canciones. Ringo confiesa que tenía que fijarse en los movimientos de John y Paul para saber por dónde iban.

4. El tono. ‘The Beatles: Eight Days a Week’ es una celebración, un documental lúdico y laudatorio que pretende mostrar lo que fueron los Beatles y la beatlemanía hasta 1966, cuando dejaron de tocar en directo, y contagiar a los neófitos el entusiasmo de sus acólitos. Dos horas y media de puro placer y felicidad audiovisual que se degustan como sus primeras canciones: sin hacer mucho caso a la letra.

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5. Es un documental autorizado y, por tanto, más blanco que la portada del ‘White Album’. Todos los asuntos incómodos –sexo, drogas y Yoko Ono– son convenientemente camuflados, minimizados o directamente ocultados. Tampoco se profundiza mucho en su música, y algunas comparaciones, con Schubert o Mozart, resultan bastante forzadas. ‘The Beatles: Eight Days a Week’ es una fiesta, y todo está pensado para no aguarla. 7,5.

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