Empieza el programa y desde el primer minuto se nos indica que algunos de los protagonistas de las historias van a morir y otros no. No puede ser. ¿Estaré viendo la tele de verdad o será que he metido el DVD de ‘Kika’? Persecuciones policiales, paracaídas que no se abren, inundaciones, tiroteos y atropellos «espectaculares» se alternan con unas señoritas en pelotas a las que les introducen un consolador por delante y por detrás. Así tal cual. Y uno se pregunta qué tendrá que ver una cosa con otra. Que el sexo es muy sano y un programa explícito puede considerarse, llegado el caso, un servicio exigible a una cadena pública. Pero este juego entre sexo y muerte lo deja a uno al borde del abismo, del nihilismo, de la angustia más profunda, pegado a una botella de alcohol. Sólo le falta un polígrafo al programa, que es una cosa súper de moda que también está fenomenal. 0
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